Tras casi un año de uso ineludible de mascarilla debido a la pandemia, se levanta la obligatoriedad en los espacios abiertos (mientras se respete la distancia interpersonal de seguridad), generando una gran variedad de reacciones emocionales en las personas: lo que para muchos era un momento esperado, para otros es todo lo contrario. Y es que, en mayor o menor medida, nos hemos acostumbrado a llevarla. Muchas personas a las que vemos regularmente (compañeros de trabajo, compañeros de clase o profesores, nuevos vecinos, etc.) únicamente las conocemos por la mitad superior de la cara.
Según un estudio reciente, 1 de cada 5 entrevistados seguirá utilizando mascarilla en espacios abiertos. El 23% no se siente cómodo ni seguro sin ella. ¿Qué está ocurriendo?
Visibilizando una realidad
El síndrome de la cara vacía es un conjunto de factores que indican malestar psicológico al ir sin mascarilla cuando hay presentes otras personas. No se considera un trastorno ni una enfermedad mental que aparezca en los manuales, pero sí es un problema que está en la calle que tiene que ver con nuestra realidad social actual.
Los indicadores principales son:
- Sentimiento de vulnerabilidad y desprotección al ir sin mascarilla.
- Ansiedad, miedos, sentirse expuesto, etc por llevar la cara al descubierto.
- Rechazo del contacto social o evitación de ciertas situaciones.
Dos orígenes diferentes
Existen básicamente dos miedos subyacentes a ir sin mascarilla:
- Miedo obsesivo al contagio.
- Miedo a mostrarse personalmente ante los demás.
Según cuál sea el origen, el tratamiento requerirá un enfoque diferente.
¿Por qué ocurre?
Los seres humanos asociamos conceptos para poder entender nuestra realidad. Con el inicio de la pandemia, inmersos como estábamos en unas circunstancias de incertidumbre e inestabilidad, asimilamos que “mascarilla = protección”. De la misma manera, “No mascarilla = desprotección”. El problema empieza cuando este significado se mantiene a pesar de que las circunstancias cambien y la amenaza o peligro que nos llevó a hacer la asociación haya desaparecido o sea mucho menor. Si no hay peligro o el riesgo es mínimo, la mascarilla deja de ser una protección.
También por asociación, la protección no sólo se aplica al virus, sino que ampliamos su significado a un ámbito emocional. La mascarilla entonces se convierte en una protección también psicológica, una barrera que impide mostrarnos a nosotros mismos, nuestras expresiones, defectos, etc. La mascarilla como ocultación.
¿A quién afecta más?
Algunas personas tienen más probabilidades de desarrollar el síndrome de la cara vacía. Son sobre todo personas con perfiles ansiosos de base o personas que ya han tenido previamente algún episodio previo relacionado con ansiedad. Hipocondría, agorafobia, ataques de pánico o ansiedad generalizada serían algunos ejemplos.
También personas con una timidez extrema, fobia social, o complejos físicos (especialmente el trastorno dismórfico corporal pueden ser más proclives a desarrollar este síndrome ya que suelen vivir las relaciones sociales con mucha ansiedad.
Este tipo de perfiles suelen mantener conductas evitativas, es decir, se protegen dejando de hacer cosas. Esta forma de funcionar no hace sino aumentar el miedo. P.ej. dejan de mostrarse físicamente, reunirse con amigos, y en casos más extremos incluso pueden dejar de salir de casa.
Por último, también algunas personas siguen llevando mascarilla por miedo a la reprimenda de quien las lleva o por no dar una imagen social determinada (p.ej. irrespetuoso, negacionista, etc).
¿Cómo hacerle frente?
La clave de la solución es la adaptación. Los seres humanos no somos máquinas, necesitamos un tiempo para recolocarnos psicológicamente. Igual que nos llevó un tiempo adaptarnos a llevar la mascarilla, también puede llevárnoslo desprendernos de ella, y es normal que puedan aparecer emociones negativas. La rapidez con la que lo hagamos dependerá de características de personalidad. También ocurrió tras el confinamiento con lo que se llamó el síndrome de la cabaña: la dificultad de mantenernos en casa después se transformó en miedo a salir.
Es fundamental entender el origen del problema, ya que el tratamiento será diferente si nos encontramos ante un miedo obsesivo al contagio o si el miedo es a exponerse personalmente a los demás (donde tratar autoestima y autoconcepto será básico).
Algunas recomendaciones generales son:
- Recuerda ante todo que no estás obligado a ir sin mascarilla, puedes seguir llevándola cuando quieras o llevarla a mano si te pones nervioso.
- Abandona las conductas evitativas exponiéndote gradualmente. Haz una lista de situaciones, de menos a más amenazantes para ti. Empieza por las más fáciles y ves subiendo progresivamente el grado de dificultad.
- Reestructura tus pensamientos irracionales, teniendo en cuenta tu contexto. No es lo mismo si estás o no vacunado, si tienes personas de riesgo a tu cargo o no, etc.
- Recuerda que la mascarilla es una barrera. Igual que nos protege, también nos distancia de los demás. Ver la cara nos ayuda a regular nuestras emociones.
- Atiende a los beneficios: respirar mejor, menos calor, no nos deja ver bien…
- Haz un ritual de despedida: escribe algo encima de tu mascarilla, quémala, entiérrala en un lugar simbólico, etc.