«Dar no es igual que darse”.
C. Aparicio Mesones
Actualmente existen unas 600.000 personas con Alzheimer en el estado español. Es la enfermedad neurodegenerativa más común y la primera causa de demencia en la tercera edad.
El síndrome del cuidador, es un trastorno que aparece en quien desempeña el rol de cuidador principal de la persona dependiente. Un 80% de los cuidadores sufren estrés y, sin embargo, acostumbran a ser los grandes olvidados.
¿El objetivo? Aprender a cuidar sin descuidarse.
¿Cómo detectarlo?
Síntomas físicos:
Habitualmente los cuidadores principales presentan más problemas de salud a nivel osteomuscular, gastrointestinal, cardiovascular, respiratorio e inmunológico. También presentan menos conductas de autocuidado (alimentación, sueño, abuso de tabaco, alcohol o ansiolíticos, falta de control médico de las propias dolencias, etc.).
Síntomas psicológicos:
- Problemas clínicos: Depresión, ansiedad, estrés, hipocondría, etc.
- Problemas psicosomáticos: Dolor de cabeza, agotamiento, pérdida de apetito, problemas gástricos, vértigo, alergia inmotivada, insomnio, problemas de memoria y concentración, etc.
- Problemas emocionales: Tristeza,preocupación, irritabilidad, culpabilidad, vergüenza, etc.
- Problemas sociales: Aislamiento, tensiones familiares, etc.
¿Qué hacer?
- Recupera tu identidad, más allá del rol de cuidador/a.
- Delega tareas y divide responsabilidades. Busca ayuda, tanto en otros familiares como a través de ayudas sociales o externas.
- Busca información sobre la enfermedad: evolución, posibles complicaciones, conocimientos prácticos (p.ej movilización del paciente o adaptación del hogar), etc. Ganarás en sensación de control y autoeficacia.
- Conócete: Analiza tus emociones, preferencias, intuiciones…. Y pon palabras. Beneficiará tu autoestima. Escucha tus señales de advertencia para no llega a desbordarte.
- Márcate objetivos realistas y posibles a corto plazo. Huye de lo inalcanzable (“el familiar no puede empeorar más” o “tengo que ocuparme de todo yo”).
- Cuida tu motivación. Recompénsate por tus logros, valida tus esfuerzos en vez de fijarte en lo que falta o no funciona.
- Aprende a relajarte: Técnicas de relajación progresiva de Jacobson, entrenamiento autógeno de Schultz, visualizaciones, mindfulness, yoga, etc.
- Pon límites a las demandas excesivas del enfermo. Aprende a decir “no” sin sentirte culpable.
- Relaciónate con personas fuera de casa: amigos, familiares, gente del entorno… Los lazos personales amortiguan el estrés.
- Potencia tus habilidades sociales: escucha activa, manejo de conflictos, trabajo en equipo, etc.
- Busca tu espacio. Conecta con tus gustos. Disfruta, aunque sea a pequeñas dosis.
- No olvides tu salud: come bien, descansa, haz ejercicio, cuida tu aspecto físico e higiene, ocúpate de tus dolencias si las hay, etc.
- Potencia la independencia del paciente. Deja que haga todas las cosas que pueda hacer por sí mismo, no te sobreocupes.
- Organiza tus actividades tanto diariamente como semanalmente. El no tener el tiempo para hacer algo aumenta la preocupación.
- Utiliza recursos: centros de día, residencias de ingresos temporales o personal de asistencia domiciliaria.
- Si la situación te sobrepasa, busca ayuda psicológica. También son muy recomendables los grupos de ayuda mutua (GAM) de asociaciones de afectados.