Uno de los fenómenos más populares en psicología es el efecto Pigmalión, también conocido como efecto Rosenthal, en base al psicólogo que lo definió en 1968 junto con Leonore Jacobson. Trata sobre el efecto de tienen las expectativas de los profesores sobre el rendimiento de los alumnos. Si bien el ámbito de intervención inicial fue el educativo, se ha ido progresivamente también aplicando al ámbito laboral y social.
Rosenthal y Jacobson administraron un test de inteligencia a más de 300 alumnos de seis cursos diferentes de un instituto de California. Seleccionaron al azar al 20% de cada clase (independientemente del resultado) y se emitió un informe falso para los profesores que aseveraba que esos alumnos habían obtenido unos resultados brillantes y que tenían un potencial asombroso pendiente de explotar. Sobre el resto de alumnos no se aportó información. 8 meses después, se volvió a pasar el test a todos los alumnos y se detectó que el 20% que habían reportado satisfactoriamente al principio, mejoraron significativamente el cociente intelectual en comparación con los demás alumnos. Esta diferencia era incluso más acusada en los niños más pequeños.
Este experimento demostró que las expectativas de los profesores se acabaron convirtiendo en realidad, incrementando el rendimiento de los alumnos. Estos cambios se produjeron porque los profesores se mostraron más cálido y afectivos con los alumnos señalados, les prestaban más atención y les daban más información y retroalimentación sobre los ejercicios y cómo los llevaban a cabo, estimulándolos más frecuentemente con preguntas y aumentando la comunicación directa con ellos.
Pigmalión, en la obra clásica de Ovidio Las Metamorfosis, era un rey de Chipre que se enamoró de una escultura con forma de mujer que él mismo había creado y a quien los dioses trajeron a la vida para que pudieran amarse. Fue llamada Galatea. Por eso, cuando las expectativas proceden de una persona hacia sí mismo, se conoce como efecto Galatea.
Por otro lado, se conoce como efecto Golem o efecto Pigmalión negativo al que se produce al poner unas bajas expectativas sobre alguien (o uno mismo), llevando a un peor desempeño.