“Llevo conmigo las heridas de todas las batallas que he evitado”
Fernando Pessoa
¿Imaginas un mundo a tu alrededor que cada vez se va haciendo más y más pequeño? ¿Que los sitios donde ibas habitualmente se hacen inaccesibles para ti? ¿Que dejas de hacer cosas que antes disfrutabas o de ver a personas importantes por miedo a que te pase algo malo? Este es el día a día de una persona con agorafobia. Una cotidianidad limitada y empequeñecida por el miedo.
Algunas consideraciones iniciales
El miedo es la emoción básica sana más importante del ser humano porque genera reacciones de autocuidado. Sin el miedo, hace mucho que nos hubiéramos extinguido como especie. Si veíamos un león hambriento merodeando, era necesario tener miedo para correr a ponernos a salvo. En cambio, cuando el miedo ya no es provocado por una situación peligrosa sino por el miedo mismo, entonces se genera una espiral incapacitante que puede devastar por completo la vida de la persona.
El ser humano moderno piensa que el miedo es malo y que hay que eliminarlo a través del pensamiento (p.ej. “tengo que tranquilizarme”). Sin embargo, el miedo hay que saber entenderlo, utilizarlo y relacionarse con él, no eliminarlo. El miedo mirado a la cara se convierte en coraje, el miedo evitado se transforma en pánico.
¿Qué es la agorafobia?
La agorafobia es uno de los trastornos de ansiedad que más frecuentemente nos aparecen en consulta. Se calcula que hasta un 4% de la población puede presentarlo en diferentes grados y es más habitual en mujeres.
La palabra agorafobia proviene del griego, de ágora (plaza pública) y fobia (temor), por lo que habitualmente se define el trastorno como el miedo a los espacios abiertos. Sin embargo, como veremos más adelante, es mucho más que eso.
El eje central donde se estructura el problema gira en torno a la seguridad y la forma de medirla es a través del miedo. Así pues, la agorafobia está representada por el miedo a estar solo o a alejarse de los lugares que se consideran seguros. El miedo aparece cuando la persona se siente amenazada en un lugar donde cree que le puede pasar algo y que no podrá escapar. Así pues las situaciones temidas son muy variadas, una parte de ellas sería, como comentábamos, en espacios abiertos (parkings, mercados…), en una multitud (manifestación, concierto…), en algún sitio alejado (una excursión por la montaña), pero también en espacios cerrados (tiendas, cines…), medios de trasporte (avión, tren, barco, autopistas…), espacios muy pequeños (ascensores) o incluso en situaciones en las que irse se vería mal visto a ojos de los demás (una reunión profesional, una comida con gente que no conozca el problema…). Es decir, cualquier lugar donde se pueda ver comprometida la propia seguridad y no se pueda escapar.
Los motivos por los que la persona puede desear escapar no siempre son por miedo a tener un ataque de pánico, a pesar de que es el miedo más habitual. También puede ser por miedo a tener algún problema médico (p.ej. un ataque al corazón) y que no le puedan asistir o a perder el control (p.ej. volverse loco) o que le ocurra alguna situación embarazosa (p.ej. miedo a la incontinencia o miedo a caerse en personas mayores).
Es importante remarcar que para tener miedo a cualquiera de las situaciones anteriores no es necesario haberla sufrido antes. Basta con tener miedo a sufrirla. Todo lo que es imaginado puede ser real.
¿Cómo afecta?
La agorafobia puede afectar a diversas áreas vitales (p.ej. laboral, social, etc.) y en diversos niveles de gravedad. Sin embargo, no sólo afecta la vida de la persona que la padece, el entorno más próximo también se resiente enormemente.
La relación de pareja se desequilibra debido a la gran dependencia de la persona con agorafobia de la ayuda de su compañero. Esta dependencia puede aumentar hasta convertir la relación de pareja en una relación meramente asistencial “enfermo-enfermero”.
También puede generarse una estrecha dependencia de la persona respecto a su familia de origen. Los padres pueden representar puntos de referencia y apoyo permanente.
Así pues, el entorno más cercano, muy preocupado por las limitaciones crecientes de la persona tiende a mostrarse cada vez más disponible y solícito, lo que aún aumenta más el problema. Contra más ayuda recibe la persona, más se confirma la supuesta peligrosidad de las situaciones y más incapaz se siente.
A pesar de todo, la persona sabe que su miedo es irracional, pero no puede dejar de pensar que algo le ocurriría si abandonara el lugar seguro. Por eso finalmente, más que en un trastorno, la agorafobia se acaba convirtiendo en muchos casos en un estilo de vida. El agorafóbico se adapta a su miedo, que acaba cristalizado en el centro de su existencia.
¿Cómo se mantiene y aumenta el problema?
La persona con agorafobia intenta contrarrestar sus miedos básicamente a través de dos intentos de solución:
- Evitando la situación temida.
- Buscando la ayuda de personas que conozcan su problema y la acompañen.
Es justamente a través de estas dos estrategias que el miedo se empieza a ampliar, no sólo en intensidad sino también en la variedad de situaciones que generan inseguridad. El mundo poco a poco se va convirtiendo en un lugar cada vez más pequeño y con menos opciones, llegando a limitar por completo la vida de la persona. Los casos más graves, no sólo no salen de casa, sino que no salen incluso de la propia habitación.
¿Qué hacer?
Es muy importante poder contrarrestar lo antes posible los intentos de solución comentados anteriormente para o bien no desarrollar el trastorno o bien minimizarlo en lo posible.
Exponerse de forma gradual ayudará, no sólo en situaciones reales sino también a través de técnicas en imaginación. Es también importante que sea la persona quien decida tomar las riendas de la situación de forma autónoma durante la vivencia de las situaciones que generan miedo.
Si la ansiedad experimentada es demasiado elevada, hasta el punto de entrar en pánico o necesitar abandonar la situación, es importante recurrir a un psicoterapeuta especializado que guíe el proceso de cambio hasta su resolución completa. La terapia breve estratégica ha investigado ampliamente los trastornos de pánico y tiene un elevado índice de éxito terapéutico.
Por otro lado, desde la psiquiatría puede prescribirse mediación ansiolítica y también antidepresiva que atenúe algunos síntomas del trastorno. Hay medicación específica de acción rápida para los accesos de máxima ansiedad en situaciones concretas. Es muy importante no automedicarse y que los fármacos siempre estén indicados y supervisados por un facultativo.
Es posible salir de los propios límites e intentar vivir en un mundo más amplio y confortable. Es posible reestructurar la propia vida y vivir sin pánico.
“Lo único inmutable es el cambio”
Heráclito