Menos es más. El eslogan por excelencia del minimalismo está ganando cada vez más simpatizantes en la actualidad.
La recientemente denominada “economía de la experiencia” (hacer cosas nuevas, conocer sitios, viajar a lugares diferentes, conocer a mucha gente…) y la “economía de la influencia” (mostrarse públicamente, alardear, ser un producto, etc.) son partes del modelo de capitalismo actual de las sociedades occidentales que han tenido un fuerte replanteamiento a raíz de la pandemia. A partir del confinamiento tuvimos que aprender a disfrutar de lo que teníamos y a buscarnos la vida con menos.
La filosofía lleva miles de años propugnando la importancia de una vida sencilla, pero ha sido a raíz de la crisis que muchas personas han descubierto los beneficios de la sencillez: cocina, jardinería, decoración, lectura…
Vivir de forma sencilla puede significar muchas cosas: vivir con las cosas necesarias sin lujos, ser autosuficiente viviendo en la naturaleza, disfrutar de los pequeños placeres… Sea como fuere, existen diversas formas asequibles de ponerla en práctica:
- Deja de funcionar en “modo automático”. Toma conciencia de tus acciones, tómate tiempo.
- Elimina todo lo que no necesites, desde objetos materiales hasta costumbres o personas que no te aporten. Aprende a vivir con lo necesario.
- Aprecia lo que tienes más que ansiar lo que no.
- Mantén el contacto con la naturaleza, sintoniza con ella.
- Implícate en tu día a día, pon pasión y dedicación.
- Desconéctate de la tecnología.
- Crea espacios de silencio en tu día. Estamos sobresaturados de estímulos, el silencio ofrece serenidad y conexión con uno mismo.
- Descansa. No siempre hay que hacer mil cosas.
- Aliméntate de manera consciente.
- Haz algo por el planeta y su gente (muévete en bicicleta, recicla, contribuye con causas, etc).