Se ha denominado “turismo de venganza” a la necesidad de viajar de manera exacerbada, a lo bestia, tras un periodo de tiempo en el que no se ha podido, fundamentalmente por la pandemia, pero también por limitaciones económicas, por estar al cuidado de niños o personas dependientes, etc. Es una manera como de compensar la privación sufrida, una especie de turismo de desquite.
Se viaja desaforadamente o a lo bestia, en el sentido que no se repara en gastos, se buscan destinos más exóticos o lujosos de lo que normalmente se hubiera buscado y se dan más permisos de los habituales para gastar.
Esta forma de compensación no sólo se aplica con los viajes. También puede hacerse en forma de compras compulsivas. El objeto comprado se convierte en una especie de premio, algo que repara un malestar previo. El sentido es: “me lo he ganado”.
El 2022 es en cuanto a ansia viajera, el año del resarcimiento. Se han flexibilizado las medidas de seguridad, se puede transitar por los diferentes países fácilmente y la oferta turística ha aumentado debido al parón obligatorio.
Los datos oficiales de reservas han aumentado significativamente, no sólo en turismo nacional sino también internacional. Los buscadores de vuelos han aumentado un 102% respecto a los niveles previos de pandemia. Esta tendencia al alza puede verse influida por el reciente aumento de la inflación, las huelgas de personal de las compañías aéreas low-cost y controladores aéreos, el overbooking, la debilidad del euro frente al dólar… aunque los datos siguen siendo altos.
Los destinos más demandados a nivel internacional son Caribe y Latinoamérica. Costa Rica tiene un 30% de reservas más que en 2019, Aruba un 23%, República Dominicana un 16%, Jamaica un 15%, México un 14% y por otro lado Pakistán, un 14%.A nivel nacional, los destinos más frecuentados son las Islas Baleares (especialmente Ibiza), Valencia y Málaga.
Se prevé que esta reacción de auge turístico sea una fase que termine en un tiempo, puesto que se entiende como una reacción social normal tras un periodo de crisis.
A nivel psicológico es necesario preguntarse uno mismo cuál es la necesidad que nos lleva al turismo de venganza. Si hay factores personales que convierten el viaje en una especie de huida o manera de evadir la realidad, donde se ponen todas las expectativas, entonces, la vuelta a la cotidianidad puede convertirse en una tortura. Por ello, sería interesante modificar los factores que no funcionan en nuestro día a día para no ver el viaje como una tabla de salvación.