El trastorno límite de la personalidad (TLP), también conocido como trastorno borderline, fue considerado durante años la “tierra de nadie” de la psiquiatría. Por la amplia heterogeneidad de sus síntomas, se encontraba a medio camino entre las dos grandes categorías de trastornos mentales, las psicosis y las neurosis: estaba al límite de ambas. No deja de resultar irónico, que la enorme desubicación que sienten las personas con TLP en sus vidas, también se refleje en la desubicación categorial que ha existido dentro de las ciencias del comportamiento. Vivir al límite también les terminó poniendo nombre a su problemática.
¿Qué?
El TLP es un síndrome complejo que tiene que ver fundamentalmente con la inestabilidad emocional y el control de impulsos.
Los síntomas principales son:
- Intentos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado.
- Relaciones interpersonales intensas e inestables, marcadas por una alternancia entre la idealización y la devaluación.
- Alteración de la identidad: autoimagen y sentido de uno mismo altamente inestable.
- Impulsividad en al menos dos áreas potencialmente autolesivas para sí mismo, p.ej. abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones de comida, relaciones sexuales compulsivas, derroche económico…
- Comportamientos o actitudes intensos, amenazas de suicidio o autolesiones.
- Inestabilidad afectiva: cambios en el estado de ánimo que oscila en horas o días.
- Sentimientos crónicos de vacío.
- Ira intensa o dificultades para controlarla (gritos, enfados, peleas…).
- Ideas paranoides debidas a estrés o síntomas disociativos.
¿Quién?
El TLP afecta al 2% de la población adulta, y es el trastorno más habitual en población clínica por los frecuentes ingresos y consultas que requiere. Esta amplia demanda asistencial se debe tanto a la gravedad de sus síntomas como a la variedad de trastornos que tiene asociados, que va desde trastornos del estado de ánimo (depresión, trastorno bipolar, etc.), de ansiedad, de abuso de sustancias, de alimentación, y también por la alta tasa de autolesiones y suicidio (entre un 8 y un 10% de pacientes lo consuman).
A pesar de que tradicionalmente se ha considerado un trastorno más habitual en el sexo femenino, actualmente se conoce que afecta a ambos sexos por igual, aunque se diagnostica más a mujeres por motivos culturales. Por un lado, porque la expresión de las emociones sigue estando más aceptada a nivel social en mujeres que en hombres, o si más no, está peor vista en hombres, ya que ellos están “programados” para callarlas. Por otro lado, la expresión de la agresividad en mujeres tiende a estar más orientada hacia una misma (auto-agresividad), y en hombres hacia fuera (hetero-agresividad), lo que les hace más susceptibles de ser equivocadamente diagnosticados de otros trastornos (sobre todo el trastorno antisocial de la personalidad o psicopatía).
Suele iniciarse a finales de la adolescencia o principios de la edad adulta, aunque a menudo aparecen síntomas ya en la infancia (entre los 8-11 años).
¿Por qué?
Las causas del TLP tienen que ver por un lado con factores genéticos, neurofisiológicos y bioquímicos, pero también con factores del entorno, aprendidos desde la infancia a nivel familiar y social. Entre estos últimos destacan:
- Vida familiar disociada.
- Comunicación deficiente en la familia.
- Abandono o miedo al abandono en la niñez o en la adolescencia.
- Abuso sexual, físico o emocional.
¿Cómo ayudar?
A menudo se demoniza a las personas con TLP, ya que por las mismas características de su problemática, suelen tener importantes dificultades en la comunicación y cercanía con los demás, lo que da lugar a diversas dificultades.
Si conoces alguien con TLP:
- Empatiza. Trata de entender qué hay tras las conductas destructivas. Normalmente hay miedos, angustia, decepción, culpabilidad por los fracasos anteriores… En ocasiones las conductas problemáticas son una forma desesperada de pedir ayuda o de expresar el malestar. Ayúdale a comunicarlo de manera más constructiva.
- Redefine la forma de entender sus problemas: La destrucción es un intento fracasado de construcción. Muchas veces la autoagresión (autolesiones, intentos de suicidio, conductas adictivas desenfrenadas con consecuencias catastróficas…) se interpretan socialmente como “llamadas de atención” o con “manipulación”, lo que hace que las personas del entorno se sientan utilizadas y por tanto se alejen. Esto confirma uno de los mayores miedos de la persona con TLP, el abandono (afianzando la “profecía que se auto-cumple”). Frecuentemente la auto-agresividad es una manera de:
- Expiar la culpabilidad (“no valgo nada, merezco sufrir”).
- Sentirse vivo, aunque sea sufriendo (cuando hay una gran desconexión emocional).
- Focalizar el dolor en un punto externo y no psicológicamente.
- Sé flexible, pero mantén tu postura empáticamente. Detrás de las conductas supuestamente egoístas o dramáticas hay un intento de autorregularse emocionalmente. Recuerda que es la persona con TLP quien más sufre, ya que acaba pagando las consecuencias de sus actos.
- Recuérdale que mejorar es posible. Escucha sus necesidades y ayúdale a crear posibilidades. No es cierto que las personas con TLP no cambien nunca, pero para que sea posible es necesario que se creen las condiciones. También es importante un soporte psicoterapéutico sólido. Algunos de los temas que suelen abordarse son: identidad, regulación emocional, límites, estrategias comunicativas y de afrontamiento, autocuidado, etc.