El culto al cuerpo y a la belleza está profundamente instaurado en la sociedad occidental actual. Es mucho el tiempo y el dinero que invertimos en vernos mejor físicamente. Sin embargo, esta búsqueda constante tiene un funcionamiento paradójico: cuanto más perfectos queremos ser físicamente, más percibimos nuestros defectos. Todas las personas tienen algún complejo físico, pero ¿cuándo se convierte en una psicopatología?
El trastorno dismórfico corporal, también llamado dismorfofobia, es la preocupación excesiva por uno o más defectos físicos que no existen o que son mínimos, percibiéndose de manera distorsionada y llegando a afectar a nivel social, laboral o en otras áreas importantes del día a día.
Algunas características que lo definen son:
- Comportamientos o pensamientos compulsivos en relación con el complejo (p.ej. inspeccionarse constantemente, camuflar el defecto…).
- Dejar de hacer cosas debido al complejo (p.ej. de ir a ciertos sitios, evitar que le hagan fotos…).
- Buscar información frecuentemente sobre el complejo.
- Sentimiento acusado de vergüenza y preocupación.
- Retraimiento o aislamiento social por miedo a la burla.
- Comparación con los demás.
- Creencias irracionales asociadas al defecto.
Este trastorno, que suele iniciarse en la adolescencia, afecta a un 1-2% de la población, y se da por igual en hombres y mujeres.
El origen suele ser multicausal:
- Falta de autoestima.
- Perfeccionismo.
- Dificultades familiares relativas al apego.
- Bullying u otros tipos de abuso.
- Presiones sociales.
Recurrir a la cirugía se ve como la aparente solución al problema, cuando en realidad no hace sino agravarlo, ya que la persona no queda satisfecha con el resultado y suele dar lugar a nuevas intervenciones.
El tratamiento psicológico se encamina principalmente a dos aspectos:
- Cambiar las creencias sobre la apariencia física.
- Cambiar las conductas compulsivas de comprobación.
La idea que tenemos de nuestro cuerpo no depende de la apariencia real, sino de cómo la percibimos, por lo que es totalmente subjetiva. Entender que otras personas pueden tener una imagen diferente de una misma facción o aspecto físico es fundamental. La cirugía estética no siempre cambia la autoimagen (la prueba es que tienden a repetirse las operaciones), sin embargo, sí es posible cambiar la idea que tenemos de nuestro aspecto sin necesidad de hacer un cambio físicamente.
- Analiza el alcance. Registra todas las situaciones en la que el problema te ha condicionado o bloqueado.
- Abandona el pensamiento “todo/nada”. Muchas personas tienden a pensar que si no tuvieran ese defecto serán completamente felices. El bienestar emocional no viene propiciado por un solo motivo.
- Redefine el problema. No es un problema con el exterior sino en el interior. ¿Qué otras dificultades o conflictos existen en tu vida que tal vez se canalicen con la apariencia? Pon en marcha cambios.
- Abandona el lenguaje negativo relativo a tu aspecto. Aprende a usar descripciones más neutrales.
- Exponte a las diferentes partes del cuerpo de forma progresiva. Crea una lista con las partes del cuerpo que más te angustian, de menos a más, y ves afrontándolas en diferentes situaciones, primero en privado y después de forma pública.
- ¿Y si en vez de defecto lo pasas a ver como una señal de identidad propia, una marca personal?