Son muchas las personas que tienen efectos psicológicos con la llegada del buen tiempo. Es lo que se conoce como trastorno afectivo estacional. Si bien es más común notarlo en el principio del otoño-invierno, la primavera también es una época del año que puede activarla, y es que como dice la sabiduría popular, “la primavera, la sangre altera”.
Tiene unos síntomas similares a la depresión, pero duran días o semanas: Fatiga, apatía, bajo estado de ánimo, dificultades para dormir o para concentrase… son algunos de los síntomas más habituales.
Los síntomas más habituales según el National Institute of Mental Health (NIH) son:
- Sentirse deprimido gran parte del día, casi todos los días
- Perder interés en las actividades que alguna vez disfrutó.
- Experimentar cambios en el apetito o en el peso.
- Tener problemas para dormir.
- Sentirse lento o agitado.
- Tener poca energía.
- Sentirse sin esperanza o inútil.
- Tener dificultad para concentrarse.
- Tener pensamientos frecuentes sobre la muerte o el suicidio.
Para el trastorno afectivo estacional de patrón invernal, los síntomas específicos adicionales pueden incluir:
- Dormir demasiado (hipersomnia).
- Comer en exceso, especialmente tener antojos de carbohidratos.
- Aumentar de peso.
- Retraerse socialmente (sentirse como que quiere «hibernar»).
Para el trastorno afectivo estacional de patrón de verano, los síntomas específicos adicionales pueden incluir:
- Tener dificultad para dormir (insomnio).
- Tener falta de apetito, lo que origina pérdida de peso.
- Sentirse inquieto y agitado.
- Tener ansiedad.
- Experimentar episodios de conducta violenta.
Si los síntomas son leves y remiten espontáneamente no sería necesario consultar con un especialista, pero si se mantienen o dificultan el día a día, entonces sería adecuado intervenir. Los tratamientos principales serían:
- Fototerapia (terapia con luz).
- Vitamina D.
- Medicamentos antidepresivos.