“La libertad es un sistema basado en la valentía”
Charles Péguy
¿Hasta qué punto decidimos algo exclusivamente por nosotros mismos o nos influye lo que opinen los demás?
Nos guste o no, somos menos libres de lo que pensamos, ya que estamos condicionados de forma más o menos consciente por nuestro entorno. El ser humano vive a menudo en un dilema en que por un lado quiere ser singular, único respecto a los demás (ser diferente) pero a la vez pertenecer al grupo (ser igual). Nos da miedo ser rechazados por la mayoría debido a nuestra individualidad, ya que estamos inmersos en una sociedad que condena el éxito y el talento de los demás. La envidia suele ser la causa de esa condena. Muchas personas tienden a inhibirse o evitan mostrar sus logros para no sentirse rechazadas.
¿Qué es?
El síndrome de Solomon se caracteriza por el miedo a destacar. La persona evita ser exitosa o sobresalir para seguir perteneciendo a la mayoría. Se mantiene en el camino trillado e incluso puede llegar a ponerse obstáculos a sí misma para seguir siendo parte del grupo de referencia.
El síndrome de Solomon toma el nombre del psicólogo Solomon Asch, que en 1951 hizo un importante experimento en psicología social que pretendía estudiar cómo la conducta humana está influida por el entorno y la presión social. Para ello, reclutó un total de 123 personas para realizar un supuesto estudio oftalmológico. Hizo varios grupos de 8 personas y les mostró una sucesión de cartulinas con tres líneas de diferente longitud. Los participantes tenían que decir cuál era la línea más larga de cada cartulina. Los 7 primeros en responder estaban compinchados previamente con Asch y elegían todos la misma opción, aunque era claramente incorrecta. El octavo (el sujeto experimental), que no sabía que el resto de participantes estaban compinchados, se sorprendía al ver que todos al unísono eligieran una opción tan disparatada. ¿Cómo actuaba el sujeto experimental en esa tesitura?
De las 18 veces que repitió el experimento, sólo el 25% de los sujetos experimentales respondió correctamente todas las veces. El 75% restante confesó que se había dejado influir por las respuestas de los otros, incluso sabiendo a ciencia cierta que no era la correcta. Entre las razones que alegaron apareció el miedo al ridículo. Solomon Asch concluyó que “La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría”.
¿Quién?
Si bien todas las personas podemos vernos influidas por la mayoría, hay un perfil especialmente susceptible a experimentar el efecto Solomon. Suelen ser personas con baja autoestima o problemas de confianza personal, que necesitan la aprobación exterior continuada para funcionar en el día a día.
La envidia: una enfermedad social
Podría decirse que la envidia es una enfermedad social ya que inhibe que las personas despunten por miedo a ser censuradas, por lo que se paraliza el progreso y la evolución personal y por tanto, a mayor escala, también a nivel social.
La envidia aparece en la interacción. Uno se compara con otra persona y ve que tiene cosas que le gustaría tener, es decir, remarca sus propias carencias. Ver las propias carencias crea sentimiento de inferioridad. Esa inferioridad ofende, y como dice el dicho “la mejor defensa es un buen ataque”.
Así pues, justo en el ángulo opuesto del síndrome de Solomon encontramos el denominado síndrome de Procusto, que adopta su nombre por la mitología griega. Procusto era un posadero que mientras los huéspedes dormían, les cortaba las partes del cuerpo que sobresalían de la cama.
Así pues, el síndrome de Procusto define a personas que no permiten que los demás sobresalgan. Les afecta que otros sean más brillantes o que tengan razón, y se esfuerzan en limitar las capacidades ajenas y en deslegitimar al otro. La envidia es su motor. La otra cara de la moneda.
¿Cómo eludir el síndrome de Solomon?
- Valora tus propias cualidades y las de otras personas. Piensa qué parte de las capacidades ajenas puedes incorporar en ti y entrénate para conseguirlo.
- Reivindica la diferencia. Tolera y potencia la diversidad de formas de hacer, en vez de censurarla o sentirte atacado.
- No escondas tus virtudes, utilízalas y sácales partido cuando corresponda. Todas las personas pueden destacar en algo, todos tenemos habilidades específicas y capacidades extraordinarias.
- Relativiza las opiniones, buenas y malas. Haz valer tu propio criterio.
- Potencia tu sentido de pertenencia al grupo desde tu singularidad. Refuerza la cooperatividad.
- Sé asertivo. Defiéndete desde el respeto de forma efectiva si te sientes atacado.
- Muéstrate, da tu opinión. No temas los errores, tómalos como formas de aprendizaje. Recuerda: Un error sólo es un error si se comete dos veces. Si se comete una, es aprendizaje.