La adolescencia es una época complicada. Consiste en que el niño se convierta en adulto y esto supone atravesar toda una serie de transiciones: de apariencia o físicas, emocionales, hormonales, sociales, sexuales, intelectuales, etc. Para algunos adolescentes este exceso de presión puede llegar a ser abrumador y convertirse en un problema de salud mental.
Alrededor de la mitad de los trastornos mentales existentes a lo largo de la vida comienzan antes de los 14 años y el 70% antes de los 24. Es importante detectar precozmente los problemas para poder intervenir lo antes posible y así minimizar su alcance. La mayoría de jóvenes que reciben un tratamiento adecuado, consiguen llevar una vida normal en el futuro.
Algunos motivos
Se calcula que el 20% de los adolescentes de todo el mundo tiene problemas mentales o de comportamiento y esta cifra está creciendo en los últimos años. Los motivos son principalmente la ruptura de las estructuras familiares, al aumento del desempleo entre los jóvenes, aspiraciones educativas y profesionales poco realistas o distintos tipos de maltrato (abuso físico, psíquico, sexual o negligencia en el cuidado).
Problemáticas más habituales
- Depresión: Es la patología más frecuente en chicos de 10 a 19 años. El suicidio es la tercera causa de muerte de este grupo de edad.
- Ansiedad: Ansiedad social, fobias, agorafobia, etc.
- Trastornos alimentarios: Anorexia, bulimia, trastorno por atracón, etc.
- Trastornos de conducta.
- Abuso de sustancias.
¿Cómo detectarlas?
- Cambios en el sueño: dificultades para dormir o dormir en exceso.
- Pérdida de interés por las actividades habituales.
- Bajar el rendimiento académico, sobre todo si es súbitamente.
- Pérdida de peso o apetito.
- Cambios bruscos de humor.
- Aislamiento o alejamiento de la familia y amigos.
- Quejas de dolores de cabeza, de estómago u otros problemas corporales.
- Hipersensibilidad a la crítica.
- Preocupaciones recurrentes.
- Cansancio habitual.
- Tristeza
- Problemas de concentración.
- Dificultad para tomar decisiones.
- Comportamientos de riesgo: conducción imprudente, sexo sin precaución, agresividad, robos…
- Signos de haber consumido alcohol o drogas: ojos rojos, habla poco fluida, etc.
¿Qué hacer?
Hay que estar atentos a las señales de alerta para poder intervenir cuanto antes. Para ello, es importante que se potencie una buena comunicación con el adolescente, constante y abierta, que cree estabilidad y sostén en caso de dificultades. Hay que enseñar a los jóvenes a ser conscientes de sus propias capacidades, a afrontar las posibles tensiones que puedan surgir y tomar responsabilidades con ellos mismos y con su entorno. Una buena salud mental no sólo es la ausencia de patología, sino un estado completo de bienestar físico, mental y social.
Cabe señalar que la adolescencia es una época difícil no sólo para los adolescentes sino también para los padres. Es por esto que hay que dejar atrás posibles sentimientos de culpa o vergüenza y buscar ayuda profesional en el caso de que la situación llegue a sobrepasar. Los cambios en esta época suelen ser drásticos, y con un buen tratamiento, el problema puede ser algo meramente temporal.