Cuando un padre o una madre recibe la noticia de que su hija está sufriendo violencia de género, no sólo siente un dolor intenso por lo que está viviendo su hija, sino que además se siente desorientado sobre cómo actuar. Aunque es una situación compleja, se puede salir.
La forma de enfocarlo será diferente si la hija lo explica por sí misma, si reconoce que tiene problemas pero no pide ayuda o si niega cualquier dificultad. Lo que sí es importante en cualquier situación es que no se la juzgue, no se la culpe ni presione, afianzarla, darle confianza y ofrecerle ayuda. Pese a la tentación de “recatarla”, no es útil animarla a terminar la relación sin que esté preparada, ya que sólo llevaría a una recaída posterior. Sí es importante llegar a acuerdos con ella sobre qué le está ocurriendo, cómo actuar y cuáles serían los pasos a dar y el orden de las actuaciones. También puede ser útil indagar si alguien más conoce la situación para en un futuro poder establecer apoyos.
Algunas actuaciones fundamentales serían: buscar apoyo profesional para la hija y también para los padres, reforzar o recuperar los vínculos familiares, fomentar la comunicación, crear una red de apoyo, controlar las opiniones e intervenciones del entorno, establecer normas de funcionamiento familiar, ayudar a la hija a “normalizar” su vida, no suprimirle todas las redes sociales (“apagón tecnológico”), aprender a usar las crisis como oportunidades dentro del ciclo de violencia, hablar abiertamente sobre relaciones sexuales y plantear la posibilidad de denunciar.
Es fundamental respetar el proceso (el largo y complejo, con subidas y bajadas), ser flexibles (revisando permanentemente las estrategias y actuaciones familiares) y también saber finalizar las actuaciones cuando el problema haya terminado y no seguir permanentemente controlando o a la expectativa. El objetivo fundamental es que la menor sea autónoma e independiente.