“Soy tonto”, “no voy a conseguirlo nunca”, “todos me odian”… ¿Te suenan estas afirmaciones? Según en qué tipo de cosas nos centremos, tendremos unos pensamientos u otros, y por tanto sentiremos y actuaremos en consecuencia. Una cosa es incuestionable: las personas positivas son más felices.
¿Cómo entenderlos?
Tener pensamientos de diferente signo (positivos y negativos), es normal, y forma parte de lo que llamamos diálogo interno, que es una manera de narrar lo que ocurre a nuestro alrededor y así guiarnos en la acción.
El objetivo no es eliminar los pensamientos negativos del niño, sino permitirle comprenderlos y crear alternativas. Siempre que un niño exterioriza un pensamiento negativo, nos abre la puerta a poder intervenir y educar, por tanto es fundamental nunca censurarlo. Podría sentirse inadecuado, identificando estos pensamientos como algo malo a esconder. Y evidentemente, dejar de expresar pensamientos negativos no significa dejar de tenerlos. Se dificultaría así su capacidad de autorregulación y por tanto, de resiliencia.
Pensamientos negativos hay de muchos tipos, por lo que es importante entender qué hay detrás. Puede que haya un problema de autoestima, falta de habilidades sociales, tristeza por algo que ha ocurrido, acoso, etc. Según cuál sea la problemática de base que activa esos pensamientos, deberíamos intervenir de una manera u otra.
De la misma manera, debemos entender qué emociones se ocultan tras los pensamientos negativos que expresa el niño. ¿Qué necesita aprender de esa emoción en ese momento? Es importante escucharle de forma activa, y ayudarle a comprender y reencauzar la emoción. Después sólo quedaría repetirlo. Es importante tener en cuenta que el pensamiento positivo es un hábito. Un hábito que se entrena, y mejor potenciarlo desde pequeños.
Muchos de los aprendizajes que hacen los niños son vicarios, es decir, por observación. Si los padres manifiestan estrategias de afrontamiento negativistas ante los problemas, el niño tenderá a repetirlas, por tanto, mucha atención con lo que transmitimos.
¿Cómo combatirlos?
Antes que nada, observa sus tendencias y aprende a anticiparlas: ¿Cuándo suele ser más negativo? ¿En qué áreas manifiesta más esa negatividad? Reconoce y empatiza con su malestar (nunca lo minimices o ridiculices) y posteriormente, enséñale a buscar excepciones a esos pensamientos, crea contexto y amplía el foco de su atención para que pueda también ganar perspectiva. Posibilita otras opciones de pensamiento. P.ej. en vez de “soy tonto”, “tengo que prepararme el tema con más tiempo la próxima vez”.
Quizá no podemos evitar que a veces nos asalten algunos pensamientos negativos, pero sí podemos decidir si nos quedamos en ellos o no. Los pensamientos negativos son como un río, si intentamos cortarlo poniendo un dique, corremos el riesgo de que se desborden. A más resistencia más sufrimiento, ya que querer no pensar es pensar el doble. Es más útil reencauzar el río por otro lado, y seguir así otros pensamientos. Esto puede hacerse de forma directa, por ejemplo, haciéndole a tu hijo una pregunta sobre otro tema o llevándole a otra actividad. La distracción es fundamental. Pero también pueden ayudar las técnicas de visualización:
- Tratar a los pensamientos como nubes: Están en constante movimiento y tarde o temprano, si no se pone resistencia pasarán. Visualizar cómo se transforman y se van. También explicar que, aunque las nubes negras no nos gusten o nos asusten, son importantes por ejemplo para regar y que crezcan las plantas, así se le da a entender que las emociones negativas también tienen una función que hay que escuchar.
- Pensamientos como trenes. Explicarle al niño que su mente es como una estación y los pensamientos son como trenes, cada uno le deja emociones diferentes. Pararán algunos trenes que le generen emociones desagradables, pero tarde o temprano se irán y recuperará la tranquilidad. Puede ayudar visualizar al jefe de estación tocando el silbato para que parta el tren y ver como se aleja a toda velocidad.
- Visualizar los pensamientos negativos como si fueran una radio: Se pueden bajar el volumen hasta hacerlos inaudibles, se puede poner “pause” o incluso pasar a la siguiente canción, se puede bajar revoluciones o subirlas como si fuera un disco rayado…
Actividades plásticas y externalización:
- Dibujar los pensamientos negativos: P.ej. “los monstruos de la negatividad”. ¿Qué forma tienen? ¿Qué color? ¿Qué ropa llevan? ¿Qué cosas dicen? Aquí también puede ayudar a que sean menos amenazantes el ponerles una voz graciosa(p.ej. de payaso), taparles la boca con algún objeto dibujado encima (p.ej. un chupete), cambiarle las ropas o la forma por otras menos terroríficas, o incluso a modo de ritual, romper el dibujo después, como vía para hacer desaparecer toda la negatividad.
- Comics: Los niños más mayores pueden hacer comics o viñetas en las que los pensamientos negativos (representados también por una figura) sean exterminados humorísticamente por un superhéroe que represente la fortaleza interior del niño (p.ej. “SuperDavid”).
Escalas:
- Es importante poder graduar la intensidad de los pensamientos negativos, ya que no todos serán igual de potentes. Puede ponerse una puntuación de 0 a 10 de intensidad. También puede ayudar la imagen de un termómetro y que el niño señale la intensidad.
¿Cuándo consultar con un psicoterapeuta?
- Cuando el diálogo interno sea persistente y generalizado.
- Cuando impacte la funcionalidad del día a día, afectando en las relaciones sociales, en la alimentación, en el sueño, etc.
- Cuando se manifieste corporalmente a través de somatizaciones.