“La gente usaba algo llamado teléfono porque les repugnaba estar juntos y les asustaba demasiado quedarse solos”.
«Superviviente« (1999), Chuck Palahniuk
¿Te genera malestar o intranquilidad si alguna vez te dejas el móvil en casa? ¿Consultas repetidamente el teléfono para ver si tienes algún aviso o mensaje, y a veces no te das ni cuenta? ¿Cargas el teléfono móvil nada más llegar a casa si alguna vez te quedas sin batería? Si has respondido “sí” a estas preguntas quizá sufras nomofobia.
Según un estudio reciente, los usuarios de smartphones consultan el teléfono una media de 34 veces al día. ¿Estamos ante la nueva plaga del siglo XXI?
¿Qué es?
El término “nomofobia” proviene del anglicismo nomophobia, que significa “no-mobile-phone-phobia”, y hace referencia al miedo irracional a estar sin teléfono móvil, tanto por falta de batería, falta de cobertura o por haberlo olvidado en casa. Se calcula que alrededor del 53% de los usuarios de smartphones podrían considerarse nomofóbicos. Existen datos contradictorios sobre qué sexo es el más afectado, pero en cualquier caso, no hay diferencias significativas.
El hecho de que se pueda llevar a cualquier sitio, su relativo bajo coste y las inmensas posibilidades que genera, dispara el uso del móvil. A pesar de que el dispositivo en sí es importante, lo que crea la adicción realmente son las aplicaciones que requieren internet. Los teléfonos anteriores a los smartphones, que básicamente tenían utilidad para llamar o para enviar sms, no creaban tanto “enganche”. Es por este motivo que la nomofobia se da básicamente en adolescentes y adultos, ya que los niños no tienen un acceso tan directo a internet. Particularmente durante la adolescencia hay más probabilidades de desarrollar nomofobia ya que se prima la aceptación por parte del grupo de amigos, para identificarse y pertenecer.
Los smartphones permiten satisfacer básicamente dos tipos de necesidades:
- En entretenimiento solitario: búsqueda de información, imágenes o música, juegos solitarios, nuevos programas, páginas web…
- La interacción social: chats, foros, mail, redes sociales, juegos en red…
La nomofobia forma parte de las llamadas adicciones conductuales. Hábitos de conducta aparentemente inofensivos, como consultar el móvil, puede convertirse en adicción según el uso que hagamos, desde un deseo moderado hasta una obsesión intensa, e incluso es capaz de generar síndrome de abstinencia.
El aspecto fundamental para que haya adicción no es tanto el número de veces que se consulta el móvil (aunque también es importante), sino que haya una sensación de pérdida de control por parte de la persona, así como que haya dependencia (es decir, tolerancia y síndrome de abstinencia).
¿Síntomas?
Los síntomas observados en la nomofobia pueden llegar a ser similares a los generados por algunas drogodependencias. Estar enganchado al móvil puede actuar como un estimulante que produce cambios fisiológicos en el cerebro. Podemos observar las siguientes señales:
- Pérdida de control: uso compulsivo del teléfono.
- Interferencia en otras actividades de la cotidianeidad, lo que hace que pueda haber una bajada en el rendimiento escolar, laboral, familiar o social.
- Tolerancia: Cada vez se necesita usar más tiempo el dispositivo.
- Síndrome de abstinencia: La falta del dispositivo genera:
- Irritabilidad
- Ansiedad
- Tristeza o apatía.
- Inquietud motriz.
- Impaciencia por la lentitud de la conexión o por no encontrar lo que se busca.
- Falta de concentración.
- Pensamientos recurrentes.
- Sensación subjetiva de incomunicación.
¿Otros efectos y consecuencias?
Al margen de los síntomas comentados anteriormente, la dependencia al móvil también puede provocar otras problemáticas:
- Afectación en el sueño.
- Riesgo de accidentes de tráfico o laborales por el uso simultáneo.
- Aumento de la probabilidad de padecer ciberacoso.
- Posibles efectos neurológicos y neuropsicológicos (riesgo de tumores intracraneales).
¿Tratamiento?
Como en otras adicciones comportamentales, la solución no es abandonar el uso del móvil por completo, sino aprender a regular su uso. Algunas ideas que pueden facilitar en este sentido serían:
- ¿Qué uso te gustaría hacer idealmente del móvil? ¿Es el que haces o deberías cambiar algo?
- Existen aplicaciones como Checky para Android o RescueTime que pueden funcionar como test, ya ayudan a ver tanto la frecuencia con la que se usa el dispositivo como el uso que se hace de él y de este modo facilitar la autorregulación.
- Empieza por reflexionar qué estados emocionales son los que habitualmente te llevan al uso del móvil: ¿el aburrimiento? ¿el exceso de trabajo? ¿la sensación de vacío? ¿la necesidad de relación social? Busca alternativas factibles.
- ¿Qué cosas dejas de hacer o haces peor por usar el móvil en exceso? P.ej. andar por la calle mirando el móvil te aísla de todo lo que ocurre en tu entorno. Por tanto: ¿Qué podría mejorar en tu vida si limitaras su uso?
- Recuerda que las funciones personales que se satisfacen desde el móvil (p.ej. relaciones sociales o entretenimiento) pueden complementar, pero nunca suplir las presenciales. Conectarse no es vincularse, más bien al contrario, a más conexión menos vínculo social.
- Valora si hay problemas de los que huyes a través de la gratificación inmediata del teléfono y busca soluciones.
- El móvil puede llegar a convertirse en un “mini-mundo” manejable. ¿Hay aspectos que tengas descuidados en la vida real? Es importante tener en cuenta que cuantas más áreas sean funcionales en la persona (familia, pareja, trabajo, intereses…) más probabilidades hay de que la persona sea feliz a nivel global.
- ¿Hay alguna parte de ti que se esconda tras el móvil? El anonimato que genera internet puede comportar dificultades paralelas.
- Pon límites: Apaga el móvil en ciertas situaciones, p.ej. mientras comes, mientras realizas actividades sociales o a la hora dormir.