La megarexia es un desorden de la conducta alimentaria relacionado con una mala nutrición. De la misma manera que en la anorexia nerviosa el paciente se mira en el espejo y se percibe como mucho más grueso de lo que es en realidad, en la megarexia ocurre justo lo contrario, la persona es obesa pero se percibe a sí misma en una talla adecuada y peso saludable, negándose a admitir que tiene un problema.
Este es un trastorno cada vez más alarmante puesto que las cifras respecto a la obesidad van en aumento. Se estima que en la actualidad más de 500 millones de personas en el mundo son obesas.
La alteración cognitiva que se da en la megarexia hace que la persona siga alimentándose cada vez más y peor, poniendo gravemente en riesgo su salud. Algunas de las consecuencias pueden ser: anemia, diabetes, enfermedades cardiovasculares, desajustes hormonales, síndrome metabólico, apnea, etc.
El alimentarse fundamentalmente de comida altamente calórica pero con pocos o ningún nutriente (calorías vacías), hace que las personas con megarexia estén realmente desnutridas y con falta de energía. Esta falta de energía les induce a consumir más calorías, retroalimentando aún más el problema. Por otro lado, a más peso, más sedentarismo suele haber, lo que todavía empeora más la situación.
Para que la megarexia pueda ser tratada, es fundamental que la persona empiece reconociendo que tiene un problema. Un buen asesoramiento nutricional que se focalice en nuevas formas de alimentación más saludable, es un requisito necesario para la mejoría. Analizar y tratar los efectos emocionales del problema es también igual de necesario. Abordar la percepción alterada del propio cuerpo, reajustar expectativas, incluir nuevos hábitos, mejorar estrategias comunicativas y apuntalar la autoestima son algunos de los objetivos de la terapia psicológica en la megarexia.