Los niños sobreadaptados son los que a los ojos de los adultos son niños modélicos. Son educados y formales, obedientes, sacan siempre buenas notas y nunca dan problemas. Estos comportamientos son reforzados por padres y profesores, lo que hace que muchas veces las consecuencias problemáticas aparezcan cuando estos niños son ya adultos. Y es que la infancia es por definición ruidosa y movida. Si los niños renuncian a su naturaleza para amoldarse a las expectativas de los adultos, en realidad se está limitando su desarrollo y esto puede tener importantes consecuencias en el plano psicológico más adelante.
¿Cómo detectarlos? Suelen ser niños hipercorrectos, con tendencia a la introversión y al aislamiento, tienen un nivel cognitivo y de desarrollo alto, saben reprimir sus emociones para no molestar a los adultos y nunca se rebelan, obedecen cualquier indicación que se les dé.
Algunas de las consecuencias que pueden manifestar en la adultez son: dificultades en la sociabilidad (principalmente tendencia al aislamiento e impulso de complacencia hacia los demás), perfeccionismo y autoexigencia que se convierte en un elevado grado de estrés constante, dificultades de autonomía y pasividad, somatizaciones (cefaleas, problemas gastrointestinales, dermatológicos…), agresividad, etc.
Normalmente la sobreadaptación está causada por el miedo del niño a no ser querido o aceptado por sus cuidadores. Por eso se comporta de manera ejemplar, para no ser abandonado. También ocurre cuando el niño siente que sus padres tienen unas expectativas muy elevadas puestas en él y no puede defraudarlos. Así pues, asumen la responsabilidad de colocar los deseos de los padres sobre los propios, bloqueando su desarrollo individual. También ocurre en familias disfuncionales (adicciones, maltrato…), en las que el niño ha aprendido a ser responsable de funciones que no le corresponden por edad para poder sobrevivir y donde sobreadaptarse era un mecanismo de defensa. Estos últimos casos son los más problemáticos.
Es importante detectar este perfil en la infancia para poder prevenir estas dificultades en el futuro, y esta es una responsabilidad de los padres. Permitir que el niño tenga su espacio para desarrollar su propia individualidad es fundamental, y esto necesita a veces ajustar el estilo de crianza. Permitir que el niño pueda expresar su autenticidad, darle permiso para expresar las diferentes emociones que necesite exteriorizar en cada momento y ayudarle a reconocerás y a gestionarlas también es un paso esencial, así como permitir que explore sus propios talentos, dando tiempo no sólo para las responsabilidades sino también para el entretenimiento. Mostrar un cariño incondicional va a ser la llave que abra las puertas al niño a la exploración y a la propia seguridad.