Según un reciente estudio realizado en 134 países por la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos, existe un patrón general en las diferentes sociedades en relación con la felicidad, y curiosamente tiene forma de U, como si de una sonrisa se tratara: Somos más felices en la adolescencia, más infelices hacia finales de los 40 y volvemos a ser más felices al acercarnos a la vejez, lo que constataría la tesis de la “crisis de los 40”. La edad más infeliz sería los 47-48 años, como media.
Lo que varía no son en realidad las condiciones de vida objetivas, sino la percepción que cada persona hace de su bienestar.
Los jóvenes, llenos de sueños y proyectos, sienten que tienen todas las posibilidades por delante, lo que hace que sientan más bienestar. En la época de los 40 se producen diferentes cuestionamientos vitales y se analiza lo conseguido hasta el momento. Aparece entonces la “brecha de expectativas”, que está basada en el “error de pronóstico” de los jóvenes. Pasados los 50, las personas suelen mostrarse más agradecidas con lo que tienen y también aprenden a adaptarse a sus fortalezas y debilidades, dejándose de pedir imposibles. Se deja al lado la ambición y se invierte más energía en las relaciones personales. También manejan mejor las emociones. Es importante recordar que las personas optimistas viven más años.
¿Cuál es la mejor parte de todo esto? Que cuando la situación está peor sobre la mitad de la vida, siempre tiende a mejorar.