La esquizofrenia está considerada un Trastorno Mental Grave (TMG) por la variedad y la severidad de sus síntomas, así como por la repercusión e invalidación que supone en diversas áreas vitales de la persona. Se estima que alrededor de un 1% de la población puede manifestarla en algún momento de su vida. Por todo ello, es fundamental que no se cronifique. Estudios recientes señalan la necesidad de potenciar la intervención domiciliaria.
Aunque el concepto de atención domiciliaria se origina en los años sesenta en países anglosajones, progresivamente se ha ido extendiendo su aplicación por diferentes países, también en España. Este abordaje terapéutico reduce el número de ingresos hospitalarios, potencia la autonomía de la persona y mejora su calidad de vida general, por lo que es más probable que haya una reinserción social. También hay mayor adherencia al tratamiento, mejoran las actividades de la vida diaria, habilidades sociales y las relaciones familiares y sociales. Se entrenan también estrategias de resolución de problemas y gestión de las crisis. Estos beneficios no sólo se revierten en el paciente y la familia, sino que también a nivel social se recorta en gastos sanitarios derivados de hospitalizaciones, medicación suplementaria, etc.
Para que esta forma de intervención sea efectiva se hace necesario que se cumplan ciertas premisas: que haya un abordaje tanto individual como familiar, que las intervenciones terapéuticas sean llevadas por un equipo multidisciplinar (psicólogos, psiquiatras, enfermeros, trabajadoras sociales…), que haya rapidez en la actuación, que la ayuda se prolongue en el tiempo (mínimo un año) y que posteriormente se hagan seguimientos (presencial y telefónicamente) como mínimo durante 6 meses.