Es cierto que una predisposición positiva y de apertura, nos ayuda a vivir el día a día con una mejor predisposición y aumenta nuestro bienestar. Sin embargo, no siempre podemos (ni debemos) ser positivos. A veces nos ocurren cosas que nos hacen sentir tristeza, rabia, vergüenza, frustración… negar esas emociones sería como ir “a ciegas”. El estar bien porque sí, porque hay que estar bien, sin ningún tipo de conexión emocional, es un positivismo vacío, que puede ocasionar tantos o más problemas que el peor de los pesimismos.
La cultura de las apariencias y la positividad tóxica nos inculca que tenemos que estar siempre felices y que si no lo estamos es porque algo estamos haciendo mal. Es la tiranía del positivismo. Algunas frases supuestamente motivacionales como el “si quieres, puedes”, pueden llevar a sentirnos mucho peor. Si bien con esfuerzo, tienes más probabilidades de conseguir lo que quieres, lo cierto es que el resultado final no únicamente depende de ti, hay muchos otros factores que pueden hacer que no consigas tus deseos por mucho empeño que pongas.
Todas las emociones son portadoras de información. Nos sirven de guía para entender nuestras vivencias. Si nos deshacemos sistemáticamente de todas las emociones que nos generan disconfort, con el tiempo corremos el riesgo de convertirnos en “analfabetos emocionales”. Para poder estar auténticamente bien hemos de aprender también a tolerar el malestar.
Algunas señales que pueden ayudarte a identificar si tienes positividad tóxica son:
- Te permites sentir sólo lo positivo. Desatiendes o niegas lo negativo.
- Te empeñas en sacar siempre lo positivo de lo negativo.
- No aceptas que personas de tu entorno muestren emociones negativas, te generan rechazo.
- Quieres tener un control absoluto de tu felicidad, no aceptas que hay factores que no dependen de ti ni tienes margen de influencia, por lo que te sientes culpable por no estar siempre feliz. Identificas las emociones negativas con fracaso personal. ¿Qué he hecho mal? ¿Qué falla en mí?
Así pues, para poder desarrollarnos y evolucionar psicológicamente, es necesario ser honestos con nosotros mismos, reajustar nuestras expectativas, atrevernos a entender la totalidad de nuestras emociones, permitirnos a hablar de ellas y sobre todo, aprender a gestionarlas adecuadamente.