En situaciones estresantes, algunas personas intentan manejar las emociones negativas a través de la comida, casi como si fuera un ansiolítico o un antidepresivo. Se pretende regular el malestar psicológico a través de la satisfacción inmediata que aporta ingerir ciertos alimentos, es como una válvula de escape. Es importante aprender a relacionarnos con la comida de manera saludable y para ello es necesario entender qué diferencia hay entre el hambre física y la emocional. ¿Cómo diferenciarlas?
⦁ Origen subyacente: El hambre física se activa por una necesidad orgánica, y la emocional por cómo nos sentimos ante los problemas.
⦁ Forma de aparición: El hambre física aparece progresivamente y la emocional de golpe, ya que responde a detonantes.
⦁ Inminencia: Cuando tenemos hambre física podemos esperar pacientemente a comer, en cambio el hambre emocional genera una sensación de urgencia, es más impulsiva.
⦁ Tipo de alimentos: Cuando tenemos hambre física nos puede apetecer cualquier tipo de alimento, en cambio el hambre emocional nos dirige a un tipo de comida más específico, normalmente caprichos o alimentos hipercalóricos.
⦁ Atención: El hambre física nos permite degustar y ser conscientes de lo que comemos, mientras que la emocional nos dispersa la atención a los problemas y se come de manera automática.
⦁ Final: El hambre física termina con la saciedad, pero la emocional da lugar a excesos, va más allá del apetito.
⦁ Post-ingesta: Así como al saciar el hambre física no se generan emociones negativas puesto que comer es una necesidad fisiológica, el hambre emocional deja sentimientos de culpabilidad.
Por tanto, lo que intenta ser un alivio emocional a través del placer inmediato que genera la comida, acaba generando más malestar, puesto que seguimos manteniendo los problemas que activaron el sufrimiento emocional, y además añadimos sentimientos de culpabilidad por habernos descontrolado.