El ser humano actual se rige fundamentalmente por los sentidos de distancia, la vista y el oído, mientras los sentidos de proximidad, el tacto, el olfato y el gusto, parece que han pasado a un segundo término. A raíz de la pandemia del COVID, la distancia social ha puesto en debate este segundo grupo de sentidos, particularmente el tacto. ¿Qué efectos tiene en las personas la limitación del contacto?
La importancia del tacto
La piel es el órgano más grande del cuerpo humano, lo que convierte al tacto en una modalidad sensorial muy poderosa, involucrada en muchos aspectos de nuestro día a día, aunque no seamos conscientes (p.ej. el caminar o comer).
El tacto es el sentido más primitivo. Es el primero que se desarrolla, a la octava semana de gestación, un feto ya dispone de sensibilidad táctil y empieza a tocarse. Al nacer, el tacto es fundamental para la supervivencia, y es la pieza clave del desarrollo neurocognitivo.
Nos ayuda a tomar conciencia de nosotros mismos como individuos, separados del mundo exterior y es el sentido con mayor impacto en nuestro bienestar. También nos protege del peligro potencial a través del dolor, que nos lleva a responder de manera automática.
El tacto tiene un papel fundamental en la comunicación. Establecemos vínculos afectivos y recibimos información emocional que no podríamos recibir de otra manera. Nos ayuda a definir la realidad, y es básico en la percepción y el procesamiento semántico. Está científicamente demostrado que afecta nuestras decisiones, opiniones y comportamiento.
La háptica es el estudio de todo lo referido al contacto y sus efectos en nuestras percepciones.
¿Qué es la hafefobia?
El COVID ha hecho aflorar toda una serie de psicopatologías en la sociedad: agorafobia, fobia social, síndrome de la cabaña, hipocondría y también la hafefobia.
La hafefobia es el miedo irracional y persistente a tocar o ser tocado por algo o alguien. Si bien se ha hecho conocida debido a la pandemia, ya existía de antes, aunque era muy infrecuente.
Forma parte de las fobias específicas, aunque tiene un alcance muy amplio en la cotidianidad, ya que la persona se siente expuesta constantemente a lo que teme. Situaciones habituales como apretar el botón del ascensor, abrir una puerta o dar dos besos a alguien en la calle puede llegar a generar una gran ansiedad, lo que hace que cada vez la persona evite más situaciones. Tiene un impacto muy negativo a nivel personal, familiar, social y laboral. En casos extremos puede conducir al aislamiento.
La hafefobia produce síntomas en tres niveles:
- Fisiológico: Taquicardia, temblores, hiperventilación, sudoración, tensión, sensación de ahogo o mareo…
- Cognitivo: Falta de concentración, bloqueos emocionales y pensamientos irracionales (negativos y catastróficos) ante los estímulos fóbicos que giran entorno a contagiarse o contagiar a los demás, pensamientos de muerte inminente, terror…
- Conductual: Rechazo a tocar o ser tocado en cualquiera de sus formas, huida de las situaciones temidas, evitar a las personas, encerrarse en casa…
Causas
La pandemia ha cambiado nuestros hábitos relacionales como forma de prevenir el contagio del virus. Las indicaciones de distanciamiento social impiden abrazos, besos y otras formas de interacción, lo que ha hecho que sean reconceptualizadas como algo peligroso. Tocarse se entiende como un riesgo muy real.
También la información constante sobre los contagios en los medios o en las conversaciones sociales, aumenta la sensación de peligrosidad. Además, el hecho de que no se perciba un final claro de la pandemia aún precipita más los síntomas hafefóbicos.
El relacionarse con personas con este miedo hace que pueda replicarse (aprendizaje vicario), porque ya sabemos que el miedo es mucho más contagioso que el virus. Personas con altos niveles de autoexigencia también tienen más predisposición a sufrir esta fobia.
¿Cómo superarla?
Algunas recomendaciones para manejar el problema:
- Identifica el origen del problema y las consecuencias que te está reportando en tu día a día.
- Analiza qué emociones y pensamientos comportan las conductas que despliegas para evitar el miedo. Aprende a detectar los pensamientos negativos que te llevan al pánico y redefínelos de forma que sea posible enfrentarte al contacto.
- Haz una lista de todas las cosas que has dejado de hacer y trata de exponerte a ellas de manera gradual. Márcate objetivos pequeños y manejables, y entrénalos diariamente, te ayudará a ganar sensación de control.
- Utiliza técnicas de relajación o respiración para reducir la ansiedad a lo largo del día, fuera de las situaciones críticas.
- Si el miedo te supera, consulta a un psicoterapeuta. Ten en cuenta que las fobias son uno de los principales motivos de consulta, y responden bien al tratamiento psicológico.