La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) define la eyaculación precoz como la “incapacidad de controlar la aparición de eyaculación durante el tiempo necesario para que los dos participantes disfruten de la relación sexual”. Aunque ha habido diversos intentos de precisar cuál es el tiempo necesario, el criterio fundamental es la sensación de pérdida de control por el propio hombre.
La ansiedad es fundamental en esta disfunción. Tener una personalidad ansiosa de base puede predisponer a padecerla, pero también factores ansiosos de la situación pueden interferir, por ejemplo, por los nervios del primer encuentro o la percepción de la propia inexperiencia. La falta de autoestima puede hacer que una situación que podría ser puntual pueda convertirse en un problema que se vaya repitiendo, ya que se crea ansiedad anticipatoria. Cuando el hombre piensa previamente al coito y de manera recurrente si va a rendir bien o no, precipita y aumenta el problema.
Si bien las causas de la eyaculación precoz suelen tener un origen psicológico (p.ej. ansiedad de base, problemas en la relación, miedo de no mantener la erección, etc), también existen causas físicas como serían:
- Problemas hormonales.
- Alteraciones en neurotransmisores.
- Dificultades en el sistema de eyaculación.
- Inflamación de la próstata o uretra.
- Problemas de tiroides.
Es importante descartar patología orgánica antes de iniciar un tratamiento. El tratamiento puede estar enfocado a nivel psicológico, farmacológico o ambos. El tratamiento más eficaz es el sexológico. Uno de los más exitosos es la focalización sensorial de Masters y Johnson. Consiste en acercarse progresivamente a la situación más estresante. Se inicia con situaciones más eróticas o sensuales y se va aumentando poco a poco la dificultad.
Otros facilitadores son: ejercicios de Kegel, aprender a controlar el reflejo de la eyaculación combinando masturbación y pausas, apretar la base del grande justo antes del orgasmo, etc.