No tener jefes y la flexibilidad de horarios son dos de los aspectos más deseados de la figura del autónomo. Sin embargo, las condiciones de empleo precario y las características propias de emprender, afectan hoy por hoy a muchos profesionales de los más diversos sectores (abogados, esteticienes, dueños de tiendas, etc.), generando una gran vulnerabilidad emocional. Algunos de los síntomas más frecuentes son:
- Sensación de falta de control a nivel de ingresos/productividad y baja tolerancia a esa incertidumbre.
- Percepción de la propia valía en función de los ingresos conseguido.
- Inseguridad a la hora de tomar decisiones (y todas dependen de uno mismo).
- Pensamiento catastrofista.
- Dificultades para desconectar y descansar.
- Otros síntomas: agotamiento psicológico, irritabilidad, falta de energía, desesperanza, ansiedad, insomnio, problemas somáticos, etc.
¿Cómo enfocarlo?
- Recuerda las razones que te llevaron a emprender.
- Diferencia entre lo importante y lo urgente. Estructura tu tiempo personal y laboral marcando horarios y rutinas dentro de lo posible. No intentes atender todas las llamadas y mails al momento.
- Reparte tus ingresos en doce meses, incluyendo vacaciones. Saca conclusiones anualmente, no mes a mes o semana a semana.
- No intentes abarcar todo: Delega, si es posible todas las funciones que no sean las relativas a tu profesión: p.ej. conocimientos fiscales, informáticos, publicistas, etc.
- Confía en tus capacidades y sé paciente. Los grandes logros no se consiguen de la noche a la mañana.
- Fórmate donde sientas que tu trabajo tiene lagunas. Ganarás seguridad.
- Conéctate con otras personas del sector, cultiva relaciones profesionales. Que seas autónomo no significa que tengas que aislarte.
- Atiende tu vida personal. Amplía temas de conversación con los demás, no hables sólo de trabajo.