Ser hijo único es una tendencia en auge. Las dificultades socioeconómicas, la maternidad cada vez más tardía, el aumento de divorcios, etc. son algunos factores que lo propician.
Son muchos los estereotipos relacionados con los hijos únicos. Se suele decir que son egoístas, caprichosos, antisociales, que se creen con derecho a un tratamiento especial o que se colocan por encima de los demás…Sin embargo, recientemente cada vez hay más evidencia científica de que esto no es cierto. No se trata tanto del número de hermanos que se tenga sino de los valores y actitudes que los padres trasladen a nivel educativo.
Un reciente estudio demuestra que no hay diferencias a nivel de personalidad entre niños con o sin hermanos, en variables como extroversión, madurez, autonomía, grado de cooperación, autocontrol o capacidad de liderazgo. Sí se detectó que los hijos únicos tienen mayor motivación y capacidad de adaptación que los niños con hermanos, lo que puede explicar que estudien durante más años y que consigan trabajos más prestigiosos que quienes tienen hermanos. Otro estudio también demostró que los hijos únicos no son más narcisistas que los niños con hermanos, contradiciendo la creencia popular.
En relación a la inteligencia, los hijos únicos obtienen más puntuación en los tests y mejores calificaciones que los niños con hermanos, aunque esta diferencia es apreciable sobre todo en la etapa preescolar, y desaparece progresivamente hasta la etapa universitaria. Al tener más atención por parte de los padres, reciben más estimulación, lo que aumenta también su capacidad lingüística.
Respecto a salud mental tampoco se aprecian diferencias en relación a ansiedad, autoestima o problemas de conducta y en sociabilidad tampoco se encontraron diferencias en la etapa preescolar (mismo número de amigos y misma calidad del vínculo).
Tener la atención completa de los padres sin tener que competir con otros hermanos también potencia la creatividad y la seguridad personal.