Entre el 9 y el 56% de las mujeres pueden desarrollar depresión posparto, pero no tan a menudo se visibiliza que el 25% de los hombres también la sufren. Esta cifra puede ascender al 50% de los varones si la mujer también la padece.
Algunas de las señales principales por las que se manifiesta son: no comprender o no legitimar lo que les sucede, intentos infructuosos de bloquear la tristeza, agobio y desorientación, resentimiento hacia el bebé, sensación de abandono o de pasar a un segundo plano.
De manera progresiva, el hombre actual ha ido perdido socialmente el rol de proveedor familiar y ha incorporado otras funciones más igualitarias, aunque aún quedan creencias de base en las que el hombre siente que tiene que ser responsable de la madre y el hijo y demostrar una posición de fortaleza en la que no tiene derecho a estar mal. Esto aún se complica más dadas las circunstancias actuales de crisis social y económica.
Por otro lado, muchas políticas en muchos países aún no equiparan los permisos de paternidad con los de maternidad, por lo que deben incorporarse al mundo laboral casi inmediatamente, cuando aún están en pleno proceso de adaptación a la nueva situación. También tiene que hacer el ajuste del rol de hijo al de padre, con las implicaciones que supone a nivel emocional.
Entre las consecuencias principales de la depresión paterna, encontramos que los niños tienen una mayor probabilidad de tener problemas emocionales y comportamentales. También crea problemas en la dinámica de la pareja.
La mejor manera de prevenir la depresión parental es el apoyo social y el apoyo de la pareja:
- Comunicación abierta y empática.
- Hacer un reparto equitativo de tareas y cuidados del bebé que implique que el padre se implique activamente para así disminuir los sentimientos de aislamiento.
- Buscar tiempo para uno mismo.
- Cuidar la relación de pareja.