Cuando miras el cielo nocturno, ¿ves las estrellas alguna vez?
El cielo estrellado, declarado por la UNESCO patrimonio de las Generaciones Futuras y origen de nuestra civilización (mitos, ciencia, filosofía…) no es visible para una gran parte de la población. La contaminación lumínica es un problema mundial. Frecuentemente la detectamos como el brillo del cielo nocturno producido por la mala calidad del alumbrado exterior, tanto público como privado.
El 83 % de la población de nuestro planeta (y más concretamente, el 99% de la de Europa y EEUU) tiene cielos contaminados por la luz. Actualmente se considera una de las formas más generalizadas de alteración ambiental. España es el tercer país de Europa en porcentaje de población afectada. Menos del 4% de población vive en zonas de baja contaminación. Y esto, como veremos, tiene un impacto enorme que va más allá del deterioro de la calidad del cielo para los observatorios astronómicos, afectando también a la salud humana, a la flora y la fauna.
¿Qué es y qué repercusiones tiene?
Llamamos contaminación lumínica a la inadecuada emisión de luz de fuentes artificiales nocturnas, tanto públicas (farolas) como privadas (locales, paneles publicitarios…) Entrevistamos a Kike Herrero, astrofísico del Instituto de Estudios Espaciales de Catalunya, Observatorio del Montsec, y astrónomo divulgador de Celistia, entidad dedicada a la astronomía educativa y al astroturismo, quien nos explica los dos factores fundamentales por los que esta contaminación lumínica se produce:
- Por iluminar demasiado: intensidad excesiva o innecesaria.
- Por iluminar mal: flujos de luz mal direccionados (hacia el cielo en vez de hacia el suelo), en horarios o lugares innecesarios o con tipos de luz inapropiados (luz blanca o demasiado azul, cuando lo correcto es iluminar con luz ámbar, más cálida).
La oscuridad natural de la noche desaparece, y cuanto más contaminado está el aire, más intenso es el fenómeno. Según este experto, las repercusiones de la contaminación lumínica van más allá de no poder ver el cielo:
- Gasto energético y abuso de recursos naturales (combustibles fósiles, energía y recursos), emisión de residuos (CO2, residuos nucleares de la electricidad malgastada), etc. Esto también ocasiona un gasto de dinero público muy importante.
- Desprotección del medio ambiente, agresión al ecosistema nocturno y a sus cadenas tróficas o mortalidad, inutilizando estrategias de camuflaje, reproducción, etc. Afecta principalmente a fauna nocturna, especies migratorias, vida marina… hacen peligrar el equilibrio de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad.
- Salud humana: el cambio de los ciclos luz-oscuridad es el principal factor capaz de alterar nuestros ritmos circadianos, lo que puede influir en los ciclos de sueño-vigilia, la secreción hormonal, los hábitos alimentarios y la digestión, la temperatura corporal, y otras funciones importantes del cuerpo. Esta alteración se denomina cronodisrupción y tal y como explica la nutricionista Alessandra Huerta, puede ocasionar alteraciones del sueño, enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, obesidad, síndrome metabólico, envejecimiento acelerado e incluso algunos tipos de cáncer. La intrusión lumínica en las calles también es un peligro para viandantes y conductores, produciendo accidentes al quedar deslumbrados por la mala iluminación y reduciendo asimismo agudeza visual.
- Conservación del patrimonio. El cielo es un bien cultural, nuestra especie ha estado muy vinculada a la observación estelar, que es origen de nuestra civilización (mitos, filosofía, cosmogonía, ciencia…).
Atlas de la contaminación lumínica
Fabio Falchi, uno de los mayores expertos en contaminación lumínica del mundo y un equipo de investigadores del ISTIL (Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica) han creado toda una serie de mapas que reflejan la contaminación lumínica a nivel mundial.
España es uno de los países con mayor contaminación lumínica del mundo. Es el quinto país del G20 con este tipo de polución, y 18º en el ranking mundial. Si valoramos la luz que se derrocha según su nivel de desarrollo y el tamaño de su población tenemos 4 de las 50 peores provincias de Europa: Melilla, Alicante, Murcia y Cádiz (por este orden). Entre los países más contaminados lumínicamente destacan Portugal e Italia.
Entre los cielos más despejados de nuestro país encontramos el Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma (catalogado como el cielo más oscuro de Europa occidental) y algunas zonas más despobladas de Castilla-La Mancha y Teruel. En Catalunya destaca la oscuridad excepcional del Montsec que, además, como el Roque de los Muchachos es ámbito declarado como Reserva Starlight. Otra es el Parque Natural de Aigüestortes.
Una Reserva Starlight es un espacio natural protegido en donde se establece un compromiso para defender la calidad del cielo nocturno y el acceso a la luz de las estrellas, protegiendo de esta manera valores culturales, científicos, astronómicos, paisajísticos y naturales. Es una calificación que concede la UNESCO con el apoyo de la Unión Astronómica Internacional (IAU) y la Organización Mundial del Turismo (UNWTO). Como dice Kike Herrero, “sin oscuridad no habría investigación astrofísica”.
Según un reciente trabajo de investigación que analizó la situación de 2.000 municipios españoles, Madrid es la ciudad que más luz lanza al espacio, pero es Bilbao la que emite los focos más intensos de contaminación lumínica. Le siguen Hospitalet de Llobregat (en Barcelona), Barakaldo (Bizkaia), Valencia, Cádiz, Melilla, San Fernando (Cádiz), Puertollano (Ciudad Realu), Parla (Madrid) y Badalona (Barcelona). Es algo que, por tanto, no sólo afecta a capitales de provincia, si bien son Bilbao, Valencia y Barcelona las que puntúan mal en todos los parámetros analizados.
¿Qué medidas podemos tomar?
Evitar la contaminación lumínica no significa apagar el alumbrado, sino iluminar mejor. Las recomendaciones fundamentales, según el Departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Catalunya son:
- Ajustar la cantidad de luz a lo necesario, usando las potencias adecuadas para no deslumbrar ni crear zonas demasiado oscuras.
- Dirigir la luz de arriba hacia abajo. Apantallar y orientar los focos correctamente para no enviar la luz al cielo.
- Mantener la luz apagada cuando no se desarrolle ninguna actividad, excepto por motivos de seguridad.
- Usar lámparas de bajo consumo y alta eficacia lumínica adecuadas a la visión humana y a la actividad que se desarrolla (luz naranja o cálida), que no usen mercurio, cadmio ni otros metales pesados, p.ej. bombillas monocromáticas de sodio a baja presión.
- Reciclaje correcto de las bombillas.
Es importante señalar que existe una confusión frecuente: mayor eficiencia energética no siempre significa menor contaminación lumínica. Como explica Kike Herrero, las luces LED son muy buenas porque permiten un gran ahorro de energía, pero también han tenido su repercusión negativa, porque al ser más baratas, se ponen más. Además, muchas emiten más luz blanca y azul, la más contaminante, y es algo que tenemos que controlar. Existen luces LED de color ámbar, más cálidas y menos perjudiciales, o incluso filtros que permiten conseguir la iluminación cálida similar a la que proporcionaban las luces de sodio, pero con la mejora de eficiencia que ahora tienen los LEDs”.
Cabe recordar que España es el país de la Unión Europea con más gasto en alumbrado público. Según Europa Press, la media europea se sitúa en 70 kilovatios por habitante, mientras que la española está en 116.
Ahora, cuando mires al cielo nocturno, seguro que lo harás de otra forma…
Un artículo de Teladoc, con la colaboración de Kike Herrero, astrofísico y astrónomo