“Lo que hoy piensa tu corazón, mañana lo interpretará tu cabeza y lo sentirá tu cuerpo”.
David Ponce
¿Alguna vez te ha dolido la cabeza cuando has estado muy estresado? ¿Te ha salido alguna vez un salpullido en una época de mucha ansiedad?
Desde hace siglos se ha aceptado como cierto el antiguo dicho “mens sana in corpore sano”. La mente está conectada con el cuerpo a través de las emociones y los pensamientos. La mente interpreta lo que siente el corazón y lo traslada al cuerpo. Si habitualmente codifica emociones agradables, el cuerpo tendrá más posibilidades de estar sano. Por el contrario, si alimentamos el cerebro con emociones negativas, predisponemos al cuerpo a la enfermedad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 90% de las enfermedades tienen un origen psicosomático, es decir, que un proceso psíquico tiene influencia en lo corporal.
Cuando hablamos de hábitos saludables hablamos de no fumar, no beber, hacer ejercicio, dormir bien… Pero, ¿a qué esperamos para incluir también en la lista el bienestar emocional?
El lenguaje de las emociones
Una emoción es un estado afectivo que experimentamos como respuesta subjetiva a una situación vivida. Da lugar a pensamientos, actitudes, creencias sobre el mundo y produce toda una serie de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos).
Existen emociones positivas (alegría, gratitud, admiración…) y negativas (miedo, tristeza, enfado…), pero no existen emociones buenas y malas ya que todas son portadoras de información y, por tanto, todas son útiles. Tienen una función adaptativa, por ejemplo, el miedo nos lleva a la protección, y la tristeza nos lleva a la reestructuración personal.
Entender qué nos está diciendo la emoción tiene una traducción corporal. Estudios recientes apuntan que tener una actitud alegre reduce el riesgo de padecer enfermedades cardíacas hasta un 22%, ya que, al padecer menos estrés, las personas optimistas tienen una presión arterial y ritmo cardiaco saludables.
El modelo biopsicosocial de la salud
El modelo biopsicosocial de la salud fue descrito en 1977 por G. L. Engel e implica un giro radical respecto al modelo biomédico que todavía hoy es imperante en muchos ámbitos. Entiende el cuerpo como un todo interconectado entre sí y con el entorno que le rodea. La enfermedad es un aviso de que algo falla en el sistema, es un desequilibrio bio-psico-socio-medioambiental, a diferencia del modelo biomédico, que únicamente se fija en el órgano enfermo.
- Ejemplo: Volvamos a la pregunta sobre el dolor de cabeza con la que abríamos este artículo. Tenemos un complicado problema laboral que nos produce muchas emociones negativas, y acabamos generando estrés. Esto modifica nuestro sistema nervioso, altera las secreciones de hormonas, trastoca la adrenalina, disminuye la serotonina, etc. A raíz de este desequilibrio, se produce insomnio, y el insomnio genera dolores de cabeza. Si tratamos el dolor de cabeza con un analgésico, tal y como haría el modelo biomédico, solucionamos el síntoma, pero no la causa, por lo que el cuerpo seguirá en desequilibrio y enfermando. El modelo biopsicosocial atendería todo el sistema, no sólo el cuerpo como global, sino también las emociones y pensamientos propios de lo psicológico y la relación con lo social, representado por la empresa y por el ámbito familiar y relacional de la persona fuera de ella.
La Psiconeuroinmunología
La psiconeuroinmunología también conocida como psico-neuro-inmuno-endocrinología, es considerada por muchos el paradigma de la medicina del futuro. Estudia la interacción de la psique (mente, emociones) con los tres sistemas responsables de mantener la homeostasis del organismo: el sistema nervioso, el endocrino y el inmune.
Las emociones y pensamientos son el resultado de actividades eléctricas y químicas de las neuronas, por lo que, si cambiamos nuestras emociones y pensamientos, también cambiamos nuestro cerebro. Y si cambia nuestro cerebro, también cambia nuestra biología.
La psiconeuroinmunología demuestra cómo las emociones se transforman en moléculas que influyen en el sistema inmunológico y otros mecanismos de curación del cuerpo. Por tanto, no es sólo que las emociones influyan a nivel preventivo (si tengo emociones positivas tengo más probabilidades de estar sano). También influyen en el proceso de sanación o mejoría.
¿Cómo las emociones pueden ayudar a mi salud?
- Conecta con cosas, personas, actividades que te hagan sentir bien. Decide con qué te quedas y con qué no. Seguir con lo negativo no sólo nos hace infelices, sino que nos puede llegar a enfermar.
- Entrénate en visualización: Es el proceso a partir del cual usamos nuestros sentidos para crear imágenes y sensaciones en nuestra mente. Es un antiguo sistema de sanación, y se asienta en la idea de que el inconsciente no distingue entre lo real y lo imaginado. Si imaginamos que estamos en el paraíso y lo llegamos a sentir vívidamente, nuestro cuerpo segrega la misma química que si estuviéramos en el mismísimo Edén. Podemos utilizar este sistema para acciones más concretamente relacionadas con lo orgánico, p.ej. visualizando cómo se desinflama un órgano o cómo cicatriza una úlcera. La constancia es fundamental.
- Sé concreto y separa tus problemas: busca a cada problema una solución, no juntes todo en una “coctelera emocional” sin opción a actuar.
- Relájate, medita, haz boxeo… Encuentra tu forma de “bajar revoluciones”.
- Cultiva el humor.
- Vive conscientemente a tiempo presente, que es donde sí puedes intervenir. El pasado pasó y el futuro aún no está aquí.
- Si las emociones te sobrepasan, consulta un psicoterapeuta.