La adolescencia es una etapa puente entre la infancia y la adultez, lo que la convierte en un periodo fundamental en la creación de la personalidad. El adolescente necesita separarse de los padres y abrir el campo relacional a los iguales para ganar nuevas perspectivas y experiencias y con ello, también evolucionar y madurar. No obstante, en este tránsito puede haber situaciones que dificulten el desarrollo. Estamos hablando de las adicciones. ¿Cúales son las principales y cuándo deben los padres preocuparse?
Adicciones a sustancias
Según datos del último informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones del Ministerio de Sanidad, las drogas más consumidas por los jóvenes (14-18 años) son las legales (alcohol y tabaco), seguidas del cannabis y de los hipnosedantes con o sin receta médica. El consumo de drogas legales está más extendido entre las mujeres y el consumo de todas las drogas ilegales está más extendido entre los hombres (excepto para los hipnosedantes sin receta médica). La edad media de inicio en el consumo se sitúa entre los 13 y los 16 años y las prevalencias de consumo aumentan con la edad.
Algunas de las consecuencias del abuso de drogas que son indicadores de que es necesario intervenir serían:
- Adicción (producida por abuso sostenido).
- Disminución del rendimiento académico.
- Conducción bajo el efecto de estupefacientes.
- Actividad sexual de riesgo (enfermedades de trasmisión sexual, embarazos no deseados…).
- Trastornos mentales (depresión, ansiedad, psicosis, etc).
Tecnología y redes sociales
La inmediatez, el atractivo visual y auditivo y la interacción social son tres de los atractivos principales de la tecnología y las redes sociales. Actualmente, todos los adolescentes son “nativos digitales” porque desde su nacimiento han estado inmersos en el mundo digital. A pesar de que conocen bien el funcionamiento y utilidad de la tecnología, desconocen aspectos importantes sobre seguridad y privacidad en la red, lo que se ha vinculado con problemas tan graves como el ciberbullying, grooming, etc.
Es justamente por el hecho de estar tan extendido y normalizado el contexto digital en la sociedad, que puede resultar difícil determinar cuándo empieza la adicción. El concepto “identidad digital” es clave para señalar esta fina línea. Cuando al participar en redes sociales, chats, foros, etc. el adolescente crea una identidad diferente de la que tiene fuera del entorno digital y que además le resulta más satisfactoria, es cuando tienen que saltarnos las señales de alarma.
Algunos indicadores de que existe adicción a la red:
- Frustración y rabia cuando no puede conectarse.
- Permanece conectado más tiempo del que tenía previsto.
- Reduce o abandona actividades vitales básicas (comidas, sueño, ocio…).
- Descuida o desempeña deficitariamente áreas fundamentales (escolar, laboral, familiar, social, salud…).
- Al intentar reducir el tiempo de uso de la tecnología aparecen ansiedad, tristeza, ira…
- FOMO (acrónico anglosajón de “Miedo A Perderse Algo”) cuando no se tiene acceso a la red.
Videojuegos
Capítulo aparte, aunque muy vinculada a la adicción a la tecnología y redes sociales, es la adicción a los videojuegos. Está caracterizada por la constante necesidad de jugar que se antepone a cualquier otra actividad y que genera malestar si no se puede realizar. Empieza a considerarse una adicción cuando interfiere en la vida diaria de manera significativa: en las relaciones con la familia, con los amigos, en el rendimiento académico… Si la única motivación del adolescente es encerrarse en su habitación a jugar, ya sea solo o con amigos, casi con certeza hay un problema.
¿Cómo diferenciar una afición de una adicción? Un medidor sencillo para los padres es tratar que su hijo interrumpa el juego y haga otras cosas. Si consigue dejarlo sin irritarse y se reenfoca con facilidad en otra actividad, puede que se trate meramente de una alta afición. Algunas señales de adicción serían:
- Cada vez necesita jugar más horas para lograr la misma satisfacción.
- Se siente irritable cuando lleva tiempo sin jugar.
- Posterga sus obligaciones o responsabilidades.
- Ha perdido interés o motivación hacia otras áreas.
- Miente para jugar.
- Pierde horas de sueño o cambia hábitos alimentarios.
- Descuida obligaciones.
- Se aísla o se distancia de personas significativas.
Adicciones afectivas
Cada vez son más los jóvenes que se enredan en relaciones sentimentales dañinas. La dependencia emocional está relacionada con la seguridad de tener a alguien, a pesar de que esa compañía sea altamente nociva.
La necesidad del otro crece exponencialmente conforme pasa el tiempo. La idealización impide que realmente se conozca a la pareja y una hipotética ruptura se vive como un auténtico síndrome de abstinencia (ansiedad, somatizaciones, inseguridad, miedo al futuro…). En el caso de que se produzca, se busca de manera urgente otra persona que cubra esas carencias.
Existe una creencia muy extendida socialmente que se basa en la idea del “quien te quiere te hará sufrir” o “el amor duele”, que está enraizada en el concepto patriarcal del amor romántico. Enseñar a los adolescentes qué es y no esperable en una relación afectiva no sólo es una forma de reforzar su autoestima sino también de contribuir a su capacidad de autonomía y equilibrio personal.