“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”.
Budha Gautama
El dolor crónico es un problema común. Según estudios recientes 1 de cada 4 personas podría padecerlo en algún momento de su vida. Actualmente, en España, afecta a 6,10 millones de personas de todas las edades, el 67,7% de las cuales está por debajo de los 60 años. Un 30,9% de los españoles que acuden a consultas de atención primaria, lo hace por dolor crónico. Sin embargo, el tratamiento que habitualmente reciben estos pacientes tiende a hacerse desde una vertiente exclusivamente médica, dejando de lado aspectos más psicológicos y sociales del dolor que también están influyendo y que son necesarios atender.
El dolor es un fenómeno subjetivo, puede ser vivido de maneras muy diversas en diferentes personas. Hay quien se adapta muy bien y quien tiene más dificultades. Por otro lado, un mismo dolor puede ser experimentado de formas diversas por una misma persona en momentos diferentes. Por ello, es importante detenernos a aprender qué podemos hacer diferente para que el dolor no controle toda nuestra vida.
¿Para qué?
El dolor, a pesar de ser una experiencia negativa, tiene una función adaptativa en el ser humano. Sirve para indicar que algo en nuestro interior no funciona bien, y nos lleva a buscar la ayuda médica necesaria para sanarlo. También puede indicarnos que hay un peligro que debemos evitar (p.ej. cuando nos quemamos con un fogón, apartamos rápidamente la mano) o señalar la necesidad de descansar (p.ej. al rompernos una pierna).
¿Tipos?
Podemos considerar distintos tipos de dolor, según:
- Causa: Puede ser con o sin causa física. Ambos pueden generar idénticas sensaciones.
- Duración: Se considera dolor agudo al que tiene una duración limitada en el tiempo (p.ej. cuando nos damos un golpe), y crónico a aquél que se repite a lo largo del tiempo. Aunque no hay un acuerdo claro, puede clasificarse como crónico un dolor de más de 3 meses de duración.
- Localización: Entre dolores más habituales encontramos el dolor de cabeza y de espalda.
¿Cómo entenderlo?
En los últimos años, progresivamente se ha ido cambiando la forma de entender la salud. Mente y cuerpo no son ya dos entidades separadas, sino las dos caras de la misma moneda, indisolubles. Esto ha abierto la posibilidad de entender el dolor de una forma más completa: como fenómeno bio-psico-social, es decir, factores de diferente naturaleza interactúan entre sí para producir la experiencia de dolor:
- Mecanismos fisiológicos (componente biológico).
- Cómo pensamos y sentimos (componente psicológico).
- Cómo nos relacionamos con las personas que nos rodean (componente social).
De esta forma, el dolor será vivido por la persona por la confluencia de estos tres factores.
¿Dolor real o irreal?
Tradicionalmente se entendía que el dolor tenía que tener una explicación fisiológica. En el caso de que ésta no se encontrase, se cuestionaba de la veracidad de ese sufrimiento o se entendía como un “dolor psicológico”. Hoy se sabe, gracias al modelo bio-psico-social de la salud, que existen dolores sin una causa orgánica que los justifique (p.ej. cefaleas idiopáticas, determinadas neuralgias, fibromialgia, dolores musculoesqueletales…), y se consideran igual de reales que los dolores que sí tienen origen orgánico. La persona percibe dolor, independientemente de su causa. Tanto en unos como en otros puede haber una intervención psicológica para minimizar su impacto. Asimismo, un buen estado de salud psicológica y social puede prevenir y evitar que se den dolencias sin causa orgánica.
Es decir, condiciones estresantes a nivel psicológico o social (p.ej. una época de exámenes o la enfermedad de un ser querido) pueden ser generadoras de dolor físico. Por otro lado, la manera en que afrontamos dichas situaciones puede modular dicho dolor (en intensidad, en duración, en frecuencia, en número de síntomas…).
Esto también ha dado paso a redefinir términos. Ahora dolor psicológico no significa “irreal” y dolor físico, “real”. Ahora ambos son reales, pero se entiende por dolor psicológico algo que afecta emocionalmente (p.ej. un duelo) y por dolor físico algo que experimenta el cuerpo (independientemente de qué lo origine).
Capítulo aparte, y fuera del objetivo de este artículo, serían los trastornos facticios y de simulación, donde no existe un dolor percibido, pero la persona dice que lo siente para obtener beneficios de diversa índole.
¿Cómo combatirlo?
- Analiza los Es importante conocer qué activa el dolor para poder combatirlo. Pueden haber de muchos tipos: estrés, ideas preconcebidas, la dieta, el clima, el estado emocional… Es importante no evitarlos, sino encontrar formas adecuadas para afrontarlos.
- Lleva una vida activa a pesar del dolor. Ajusta tu nivel de actividad a las opciones posibles y deja de comparar con lo que en otros momentos sí era posible o lo que sería deseable ahora.
- Atiende tus objetivos vitales. Averigua hacia dónde quieres dirigir tu vida a pesar del dolor y da los pasos necesarios para conseguirlo. Los objetivos deben ser: específicos, medibles, alcanzables, realistas y fijados en el tiempo.
- El dolor no eres tú, es una parte de ti. Aprende a conjugarlo con tus valores y áreas relevantes de tu vida: personal, familiar, laboral, social, etc.
- Acepta el dolor inevitable. Enfadándote y frustrándote por tenerlo, solamente conseguirás aumentarlo.
- Intenta pensar qué función tiene el dolor en tu vida. Si fuera una metáfora ¿qué te vendría a decir? P.ej. dolor de estómago como representación de un suceso que aún no has “digerido” o dolor de espalda por cargar una pesada mochila de preocupaciones. Busca también pensamientos o creencias que asocias al dolor.
- Asesórate. Dada la naturaleza bio-psico-social del dolor, la mejor manera de abordarlo es a través de un equipo multidisciplinar compuesto por diferentes profesionales (médicos, psicólogos, enfermeros, fisioterapeutas, acupuntores, terapeutas ocupacionales, etc.).
- Piensa en tus capacidades y posibilidades más que en tus limitaciones. Sé receptivo, actúa proactivamente y huye del pesimismo.
- Mantén un estilo de vida saludable y trabaja tu propio autocuidado: Alimentación, ejercicio, crecimiento personal, relaciones sociales…
- Aprende a manejar tus emociones y entrena tu asertividad. Comunica abiertamente tus necesidades y sentimientos. Habla del dolor con naturalidad. Atención con los extremos: hay que intentar no hacer del dolor un tema tabú pero tampoco estar todo el día hablando únicamente de este tema.
- Trabaja para resolver tus problemas: definiendo la situación, proponiendo soluciones alternativas, seleccionando la mejor (teniendo en cuenta las diversas consecuencias), poniéndola en práctica y valorando su efectividad.
- Distráete. Focaliza tu atención hacia otras cosas.
- Busca una red de apoyo en tu comunidad o fomenta tu espíritu colaborativo.
- Ten un plan B ante posibles recaídas.
¿Opciones de tratamiento?
- Relajación. El dolor provoca tensión y frecuentemente ansiedad, lo cual puede a su vez aumentar el dolor. La relajación puede romper este círculo vicioso. Algunos tipos de relajación clásicos serían la relajación progresiva de Jacobson o entrenamiento autógeno de Shultz.
- Respiración. Parte del mismo principio que la relajación. Ej. técnica de respiración profunda.
- Mindfulness: Consiste en centrar la atención deliberadamente en un objeto, en el momento presente, y sin juzgar. Es una experiencia meramente contemplativa, se trata de observar sin valorar, aceptando la experiencia tal y como se da.
- Biofeedback o (biorretroalimentación): Conjunto de técnicas donde a través de un sistema de sensores, el paciente es consciente de varios parámetros fisiológicos y de su control.
- Técnicas de imaginación guiada.
- Hipnosis clínica. Uso de sugestiones para conseguir cambios en la experiencia subjetiva (alteraciones en la percepción, sensación, emoción, pensamiento o conducta).
- Terapia psicológica individual.
- Terapia sistémica. El abordaje no tanto individual, sino familiar, entiende que el dolor está enmarcado en un contexto relacional y que para que deje de existir hay que poner foco en la dinámica que se crean en las relaciones familiares.
Terapia de grupo (TG) o Grupos de Ayuda Mutua (GAM). La diferencia entre ambos es que en la TG está dirigida por un profesional y tiene fines psicoterapéuticos y los GAM son grupos de pacientes cuya función principal es la catarsis emocional y la creación de una red de apoyo.