Cuando una persona tiene un hijo, deposita en él parte de sí mismo y se proyectan ciertas ideas o deseos en su desarrollo personal. Sin embargo, en ocasiones, esas ideas más o menos difusas se convierten en expectativas muy concretas para la vida de los niños. Vivir en diferido o vivir a través de los hijos da lugar a dinámicas disfuncionales muy dañinas.
Algunos padres entienden a sus hijos como una extensión de sí mismos, y depositan en ellos unas expectativas imposibles de cumplir. Entienden que los éxitos de sus hijos reflejan su valía como padres y como personas. Por ello se crea una hiperexigencia constante hacia ellos, a la vez que se obvian los deseos y necesidades de los pequeños. Toman decisiones por ellos, instan a que funcionen como ellos, que sigan el negocio familiar o sus gustos o aficiones.
También hay otra forma de vivir a través de los hijos que no es tanto hacerles replicar la propia vida sino hacer que los hijos vivan la vida que ellos mismos no pudieron vivir. P.ej. “tienes que estudiar una carrera porque yo no pude permitírmelo”.
Estas situaciones ponen a los hijos en una situación de vulnerabilidad. Viven con una sensación de falta de libertad y el peso de ser responsables de la felicidad de sus padres, lo que obstaculiza su proceso de maduración y autonomía. Lo más probable es que el hijo en algún momento se rebele contra esta imposición y lo haga a través de diferentes manifestaciones: ansiedad, problemas de conducta, fracaso escolar, uso de drogas, depresión, etc.
Algunas ideas para no vivir la vida de los propios hijos son:
- Revisa la historia de tus vínculos en la infancia, adolescencia y adultez. ¿Estás reproduciendo patrones?
- Refuerza que tu hijo tome sus propias decisiones en función de sus propios intereses a medida que vaya madurando. Permite que tenga espacio para ser él mismo.
- No sobreprotejas. Permite que tu hijo pueda equivocarse y aprender de sus errores. Enséñale a ser autónomo.
- Trabaja tu propia autoestima.
- No te centres exclusivamente en la parentalidad, trabaja también la conyugalidad y la individualidad. Haz actividades para ti mismo y trabaja también tu relación de pareja.