Somos la especie más social del planeta y por tanto también la más dependiente. En comparación con el resto de seres vivos, el ser humano es quien más años de cuidados necesita desde que nace para poder ser autónomo. Necesitamos de alguien que nos atienda para poder sobrevivir y esta necesidad perdura muchos años hasta que vivimos por nuestra cuenta. ¿Qué pasa cuando esta necesidad no cesa?
¿Cuándo es patológico?
Según el DSM-5, el manual de oficial de los trastornos mentales de la American Psychiatric Association, la dependencia se considera patológica cuando hay una necesidad dominante y excesiva de ser cuidado, que conlleva un comportamiento sumiso y de apego exagerado, así como miedo a la separación. Suele comenzar en las primeras etapas de la edad adulta y está presente en diversos contextos. Para poder ser diagnosticado es necesario que se den cinco o más de los siguientes hechos:
- Le cuesta tomar decisiones cotidianas sin el consejo y la tranquilización excesiva de otras personas.
- Necesita a los demás para asumir responsabilidades en la mayoría de los ámbitos importantes de su vida.
- Tiene dificultad para expresar el desacuerdo con los demás por miedo a perder su apoyo o aprobación.
- Tiene dificultad para iniciar proyectos o hacer cosas por sí mismo (debido a la falta de confianza en el propio juicio o capacidad y no por falta de motivación o energía).
- Va demasiado lejos para obtener la aceptación y apoyo de los demás, hasta el punto de hacer voluntariamente cosas que le desagradan.
- Se siente incómodo o indefenso cuando está solo por miedo exagerado a ser incapaz de cuidarse a sí mismo.
- Cuando termina una relación estrecha, busca con urgencia otra relación para que le cuiden y apoyen.
- Siente una preocupación no realista por miedo a que lo abandonen y tenga que cuidar de sí mismo.
Causas
- Padres sobreprotectores o autoritarios. Hacen que el niño no se exponga a las diferentes situaciones difíciles, por lo que no aprende a desarrollar estilos de afrontamiento por sí mismo.
- Baja autoestima. Si los padres asumen todas las responsabilidades y dificultades de los niños, éstos reciben el mensaje de que no son capaces de enfrentarse por sí mismos a los problemas, lo que repercute al sentido de autoeficacia.
- Falta de apego seguro. Genera en la adultez sensaciones de vacío o desajuste en las relaciones sociales, habitualmente complaciendo los deseos del otro a toda costa y olvidando las propias necesidades para no perder la relación. Esto les hace más vulnerables a relaciones tóxicas o incluso maltrato.
- Padres dependientes. Se repiten los patrones disfuncionales de los padres por aprendizaje, actúan como modelo.
¿Tipos de dependencia?
La independencia es una cualidad sobrevalorada en el mundo actual, está bien vista ya que se asocia a fortaleza y valentía. Sin embargo, si un adulto fuera absolutamente independiente en todo sería algo patológico, ya que supondría estar fuera de la sociedad. El objetivo no es progresar de la dependencia a la independencia, sino cambiar el tipo de dependencia. Existen dos tipos de dependencia:
- Dependencia vertical: Es la que se da en infancia. Un ser provee y otro recibe. Uno da a otro todo lo q necesita, uno es cuidador y otro es cuidado.
- Dependencia horizontal: Ambos dan y ambos reciben. Este tipo de dependencia es el que crea relaciones sanas en la adultez. Para que pueda existir se necesitan dos elementos:
- Autonomía.
- Intimidad.
¿Cómo conseguirlo?
Para lograr autonomía e intimidad tenemos que hablar de dos variables importantes:
- Regulación emocional: Es la forma en la que una persona consigue estar bien, lo que influye en su equilibrio y en emociones. Hay 2 tipos de estrategias:
- Autorregulación: Es lo que hago por mí mismo (p.ej. deporte, meditación…)
- Corregulación: Es lo que hago con otra persona para encontrarme mejor (p.ej. llamar a un amigo para desahogarme tras recibir una mala noticia).
- La seguridad relacional: Se refiere a cómo una persona se siente segura.
- Cuando está sola.
- Cuando está con gente.
Lo ideal es que la persona pueda autorregularse y corregularse correctamente y que pueda a la vez sentirse bien tanto solo como acompañado. Si una persona se autorregula bien y está bien cuando está sola, tiene autonomía. Si se sabe corregular y está bien con los demás, entonces tiene intimidad. Ambos aspectos son fundamentales para el bienestar emocional. Las personas dependientes deberían reforzar su capacidad de autorregulación y su seguridad en soledad. Para ello es importante:
- Apuntalar la propia autoestima.
- Identificar los propios valores y aprender a defenderlos.
- Descomponer las emociones, diferenciando el miedo al abandono de otras como rabia, vergüenza, etc.
- Ampliando estilos de afrontamiento de problemas al margen de la sumisión.
- Poniendo límites claros que es importante no sobrepasar a nivel relacional.