Procrastinar es un término de uso reciente y creciente en nuestro país, en un momento en el que se prioriza la rapidez y la efectividad como virtudes sociales. Es la acción o el hábito de postergar o posponer actividades farragosas que deben atenderse, sustituyéndolas por otras irrelevantes o más gratificantes.
Algunos motivos por los que eternizamos ciertas tareas son: el alivio inicial por evitar el esfuerzo o las dificultades que puede ocasionar la tarea, ansiedad o catastrofismo, que la tarea sea demasiado larga o poco definida, el miedo al fracaso(hacerlo mal), el excesivo perfeccionismo (cuando se peca de sobreplanificación y nos acabamos paralizando), etc.
Las consecuencias negativas de procrastinar suelen ser normalmente más elevadas que atender la tarea, por lo que tiene un efecto paradójico de auto-boicot: sensación de bloqueo, angustia, culpabilidad, frustración, inseguridad respecto a las propias capacidades, dificultades con personas con nuestro entorno… En un intento por evitar el malestar lo acabamos multiplicando. ¿Cómo podemos evitar la procrastinación?
- Divide la tarea en partes: especifica, planifica un tiempo y avanza fase a fase. Será más manejable.
- Utiliza “la regla de los 2 minutos”: si estás planificando una acción que se puede hacer en menos de dos minutos, no la planifiques; hazla. Puedes extender ese tiempo a 5 ó 10 minutos. Haz que este planteamiento se transforme en hábito.
- Registra a qué dedicas tu tiempo diariamente, puede ayudarte a responsabilizarte de tu día a día de forma diferente.
- Crea rutinas. Ayudan a reducir el esfuerzo.
- Gestiona tu energía, más que tu tiempo. Si estás cansado o de mal humor, aumenta la probabilidad de procrastinar. Optimiza tu energía regulando tu sueño, tus comidas, ejercicio físico…
- Visualízate con la tarea terminada.
- Trata de buscar la excelencia, no la perfección. Te ayudará a no bloquearte.
- Recompénsate una vez termines la tarea.