Son muchas las cosas que han ido evolucionando a lo largo de los años, fundamentalmente a partir de la industrialización y el avance tecnológico en el último siglo. El cine, por ejemplo, en sus inicios era en blanco y negro y después dio el salto al color, cosa que se aceptó con total naturalidad. También el concepto de maternidad ha evolucionado. Ser madre hoy no es lo mismo que ser madre hace medio siglo. Sin embargo, seguimos arrastrando algunas creencias y formas de hacer del pasado que generan una especie de “cortocircuito psicológico” en muchas mujeres en la actualidad. La maternidad no puede ser en blanco y negro y en color a la vez. ¿En qué consiste en síndrome de la mala madre?
¿Qué es?
El síndrome de la mala madre es un conjunto de sentimientos negativos asociados al autoconcepto como madre, que viene dado por la sensación de no llegar, de no hacerlo suficientemente bien, incluso de descuido de los hijos, debido a una sobrecarga de funciones en otras áreas vitales importantes.
Antes, por regla general, ser una buena mujer significaba -casi como si fueran sinónimos- ser una buena madre. Su papel principal era educar a los hijos y atender las tareas domésticas, renunciando a todo lo demás. Por eso se asocian a este tipo de maternidad creencias como la incondicionalidad, entrega, renuncia, sumisión, etc.
En la actualidad, debido a importantes cambios sociales, fundamentalmente determinados por la inclusión de la mujer en el mundo laboral, son diversos los roles que se esperan de una mujer. Ahora, ser una mujer de éxito no significa únicamente atender la casa y los niños. También implica ser una buena profesional, tener independencia emocional y económica, tener una vida social activa, cultivar hobbies, cuidar su salud y aspecto físico (manteniendo a ser posible la misma talla que a los veinte años) y todo esto siendo a la vez una buena pareja y amante. Las expectativas son muy altas, porque es difícil abarcar todo esto y a la vez hacerlo bien. Por eso algunas mujeres se sienten asfixiadas ante este aumento de la presión. Sigue habiendo una ley no escrita por la que las mujeres siguen siendo las responsables de los hijos y la casa de una forma más activa, ya que se sigue entendiendo de forma subyacente que una madre es más necesaria que un padre para muchos aspectos de la crianza.
Es decir, han cambiado las funciones de la mujer, pero mantenemos algunos de los planteamientos sobre cómo debería ser una madre. Esto en el menor de los casos es agotador, y en el peor, incompatible.
¿Cómo enfocarlo?
- Actualiza tus creencias: la maternidad es importante, pero no es de por sí sinónimo de plenitud. Hay otros frentes también que requieren tu atención.
- No polarices: el hecho de que no estés en casa 24/7 no significa que seas una mala madre y buscar tiempo para ti tampoco. Tus hijos serán más felices si te ven satisfecha y realizada. Más que la cantidad de tiempo que compartáis, es importante cuidar la calidad del vínculo.
- Céntrate completamente en lo que estés haciendo en cada momento. Es la forma de optimizar y dar calidad a tu tiempo. Si estás con tus hijos no pienses en enviar mails ni viceversa.
- Ojo con la autoexigencia. Si bien de forma moderada puede hacerte más efectiva, en exceso bloquea. Deja de buscar la perfección, que no existe, y trata de buscar la excelencia con un enfoque saludable y en los márgenes de lo posible.
- No caigas en errores de base, p.ej. compensando el tiempo no compartido con tus hijos, consintiéndolos (p.ej. regalándoles cosas constantemente o haciendo concesiones p.ej. dejándolos jugar a videojuegos más de lo estipulado).
- Pon límites: Si a la mínima que tus hijos te reclaman, abandonas cualquier actividad, estás dando por supuesto que tienen derecho a reclamar tu atención en cualquier circunstancia, lo que puede convertirlos en pequeños tiranos. Sus deseos pasan a ser exigencias. Enséñales que no todo es inmediato y legitima que también tienes otras cosas que atender. Les hará menos impulsivos y egocéntricos.
- Educa: El sentimiento de culpabilidad (por no estar más presente), puede dar lugar a conductas sobreprotectoras con tus hijos, haciendo todas las cosas por ellos (síndrome de Wendy). Enséñales a tomar decisiones y a manejar su frustración, más que evitarles cualquier problema o incomodidad a toda costa. Escúchalos, guíales, enséñales a razonar y permite que puedan cometer errores y enmendarlos.
- No hipercontroles: Tus hijos reciben múltiples influencias (profesores, amigos, libros, películas, etc.), no todo lo que les pasa depende exclusivamente de ti, ni todo es tu responsabilidad. Fomenta la comunicación y enséñales a pensar por sí mismo, y a evolucionar, siempre desde el cariño, el respeto y la confianza.
- Cultiva tu relación de pareja, sois algo más que padres. Es importante diferenciar la conyugalidad de la parentalidad.
- Y recuerda: lo importante es ser humana. No una superheroína.