La situación de confinamiento que vivimos por la reciente crisis sanitaria no deja indiferente a nadie. Lo que en un principio vimos como una forma de descansar de la rutina, a medida que avanzaban los días y la incertidumbre se fue convirtiendo en una especie de prisión, con toda una serie de dificultades añadidas, especialmente en lo que se refiere a las relaciones intrafamiliares.
Si bien es cierto que hay tantas realidades como hogares, todos de una manera u otra, acusamos las consecuencias. Ante la situación de excepcionalidad, es necesario crear una nueva organización dentro de la familia y esto puede crear discrepancias entre los diferentes miembros.
Tener una buena relación con los familiares que convivimos no sólo fortalece los vínculos afectivos, sino que también mejora la autoestima de cada uno de los miembros. Mantener una buena comunicación es la base.
Principales dificultades
Al pasar más tiempo juntos, pueden aparecer algunas dificultades dentro de la familia:
- Aburrimiento o incapacidad para regular las actividades del día a día puede aumentar la ansiedad.
- Sensación de pérdida de libertad. Sentirse encarcelado puede aumentar la irritabilidad.
- Problemas de relación previos que se agudizan: rencor por vivencias pasadas, diferentes opiniones, creencias sobre los temas importantes…
- Resentimiento ante el abandono o desmotivación de los demás.
- Falta de habilidades comunicativas.
- Sensación de invasión del espacio personal que puede conducir al aislamiento.
- La dificultad en la autogestión de las propias emociones puede llevarnos a volcar la angustia en el otro. A veces descargamos en los demás la agresividad que en realidad sentimos hacia nosotros mismos.
¿Cómo enfocarlo?
- Pon contexto. Existen tres áreas de intervención ante los problemas:
- Las que están bajo tu control.
- Las que puedes influir.
- Las que no tienes capacidad de control ni influencia.
Focalízate en solucionar problemas o déficits en la primera categoría; optimiza tus opciones y acepta tus limitaciones en la segunda; y deja de esperar cambios en la tercera.
- Identifica fortalezas y capacidades: ¿Qué recursos personales tenemos a nivel familiar? ¿Cómo podemos desplegarlos al máximo dadas las circunstancias?
- Identifica y trabaja tus emociones: Rechazar las emociones negativas puede llevarnos a una “falsa felicidad” y una desconexión de nuestra realidad. Necesitamos sentirnos tristes o intranquilos en ciertas situaciones para poder entender qué nos pasa y poder intervenir en nuestro entorno. Eso no quita que no haya que entrenar el optimismo y las ganas de mejorar.
- Practica la tolerancia: Es posible que dentro de una familia existan diferentes modelos de afrontamiento del estrés en cada uno de los miembros. Respeta las formas que los demás tienen de encontrar su propio equilibrio, aunque sean muy diferentes a la tuya. Recupera lo que pueda serte útil de las maneras de los demás e incorpóralo en tu forma de proceder.
- Haced equipo: Repartir tareas, establecer horarios para las obligaciones, respetad vuestros espacios propios…
- Comprométete con tus acciones de cambio. No basta con darse cuenta de qué falla, y reconocerlo. También hay que traducirlo en acciones y mantenerlas. La constancia es un hábito que se aprende. Recuérdate a menudo la importancia de tus compromisos.
- Flexibilízate. La flexibilidad es el principal indicador de fortaleza emocional. En situaciones excepcionales hay que tomar medidas excepcionales. Permitir una cierta laxitud de las normas habituales puede hacer más fuerte a la familia en los momentos difíciles.
- Cuida las formas. Mantén una actitud atenta, receptiva, afectuosa e implicada. Hará más probable que el resto de miembros de la familia también lo incorporen y reduzca así fricciones innecesarias.
- Cultiva el sentido del humor: Puede ser tu mejor aliado en momentos difíciles. Ojo con no confundirlo con el sarcasmo: éste sí puede ser dañino.
- Mira también hacia fuera: Esto que me preocupa a mí, ¿sólo me preocupa a mí o nos preocupa a todos? ¿Cómo podemos potenciar la cooperación para ayudarnos conjuntamente?
- Encuentra también espacios propios. La intimidad es necesaria. Estar bien personalmente también te hará estar mejor con los demás. Respeta también la privacidad de los demás.
- No olvides los clásicos: Practica el perdón, comparte tiempo con los demás, evita discutir, sé asertivo…
- Visión de conjunto: Existen dos tipos de problemas:
- Estructurales: Tienen que ver con las bases, los “cimientos” de la relación, las cosas realmente importantes.
- Coyunturales. Son diferencias aceptables, menos importantes o temporales.
Valora de una forma más global las dificultades familiares que producen malestar y toma decisiones. Las crisis también son una oportunidad para cambiar aspectos fundamentales. En ocasiones una separación puede ser la opción más adecuada cuando se pasan ciertas líneas rojas. No te centres en mantener la unidad a cualquier precio.