“Doctor Google, ¿qué me pasa?”. Según un reciente estudio, el 88% de los españoles se diagnostican consultando internet en vez de buscar la opinión de un médico.
La tecnología se ha integrado de manera global en nuestro día a día, y el área de la salud no podría ser menos. Todas nuestras necesidades o preocupaciones tienen un correlato digital, un sitio donde buscar, pero ¿qué pasa cuando estas búsquedas se convierten justamente en el problema?
¿Qué es?
La cibercondría, también denominada hipocondría digital, es la búsqueda constante de información relacionada con la salud en internet, que está fundamentada en la percepción de síntomas que se padecen o se creen padecer. A raíz de esta búsqueda sin tregua, la persona con cibercondría interpreta síntomas leves o sensaciones corporales normales como indicadores de patología grave, lo que aún dispara más su ansiedad, entrando así en un bucle que se autorretroalimenta. A más angustia, más búsqueda y a más búsqueda, más angustia.
El problema da un paso más allá cuando no sólo se trata del autodiagnóstico, sino que se pasa a la automedicación. Un navegador web termina realizando las funciones que debería realizar un facultativo, con los peligros que esto comporta. Según una investigación realizada por el British Medical Journal, la mayoría de verificadores que encontramos en Google suelen ser erróneos, lo que por un lado aún dispara más la ansiedad en el paciente y por otro, impide que consulte a un médico sus síntomas.
La mayoría de síntomas que experimenta el paciente suelen ser benignos, pero debido al desconocimiento médico, son interpretados erróneamente, atribuyéndole un significado mucho más grave del que tienen realmente, generando una espiral de pánico.
La cibercondría es más habitual en mujeres. Según el Instituto Nacional de Estadística, el 70% de las internautas buscan información de salud, versus el 57% de los varones.
¿Cómo se manifiesta?
- Ideas obsesivas recurrentes o preocupaciones catastrofistas.
- Autoexploración física constante.
- Búsqueda insaciable de información en internet.
- Ansiedad expresada con diversas manifestaciones: ataques de pánico, ansiedad generalizada, insomnio, somatizaciones, etc.
- Ir al médico supone un alto nivel de miedo, por si le confirman su diagnóstico (ya que suele ponerse en el peor escenario) pero también puede ser que se vaya con la intención de que se le corrobore el autodiagnóstico basado en sus propias pesquisas. Si esto no ocurre, puede iniciar toda una serie de visitas a otros profesionales con el mismo fin.
- Cuando se comparten las angustias relativas a la salud con familiares o amigos, no le dan credibilidad o se infravaloran sus temores.
¿Por qué ocurre?
- Accesibilidad: Tenemos acceso a información infinita e inmediata.
- La preocupación por la salud se ha visibilizado más debido a la crisis del COVID.
- El acceso a la sanidad se ha visto restringido en ocasiones debido a la pandemia.
- El alivio del descarte: El haber descartado problemática grave en un momento dado, tranquiliza, lo que a su vez funciona como reforzador, que nos llevará a repetir la conducta de búsqueda ante nuevos síntomas. En un intento por ganar sensación de control, cada vez contemplamos más opciones (y cada vez más descabelladas) de lo que podríamos tener, por lo que en un intento de tranquilizarnos, nos angustiamos aún más.
¿Cómo enfocarlo?
- Cambia el enfoque. Internet debería ser entendido como un lugar de consulta, y los médicos como los encargados de establecer un diagnóstico. No autodiagnosticarse ni automedicarse bajo ningún concepto.
- Limita tu acceso a la información. Buscar permanentemente información es uno de los activadores más evidentes de la ansiedad. Pon límites (p.ej. 1 vez a la semana o 1 web avalada por preocupación). Si no tenemos formación médica, carecemos del contexto y referencias necesarias para cribar correctamente la información fiable, por lo que llenamos los vacíos con más preocupación.
- Elige únicamente fuentes médicas contrastadas. La entidad o profesional que firme el artículo tiene que tener validez demostrada.
- Lee la información al completo. En ocasiones saltamos de una web a otra sin acabar de comprender lo que necesitamos saber, lo que aún angustia más.
- Elige un médico que te dé absoluta confianza y vuelca en él todas tus dudas. No entres en segundas o terceras opiniones para que cuadren con tus búsquedas. Una duda siempre abre otra duda, deposita credibilidad en tu profesional de referencia.
- Busca un tiempo en tu día (20 minutos es suficiente) para abordar tus preocupaciones por escrito. Si te invaden dudas a lo largo del día, aplázalas a ese espacio y cuando llegue, descarga ahí tus angustias en vez de buscar información constantemente.
- ¿Hay otras preocupaciones en tu vida actualmente que puedas estar enmascarando en tus preocupaciones físicas? A menudo creamos miedos “barrera” que nos impiden ver otros que nos asustan más, p.ej. un posible divorcio.
- Centra tu atención en otros temas que no tengan que ver con salud. Implícate en ellos. Hobbies, deporte, naturaleza, relajación…
- Si no consigues regular tu ansiedad o la preocupación te impide llevar tu día a día de forma eficaz, consulta con un psicoterapeuta.
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