“Nuestras imperfecciones nos ayudan a tener miedo. Tratar de resolverlas nos ayuda a tener valor”.
Vittorio Gassman
Labios carnosos, nariz recta, cintura de avispa… Desde hace años, los cánones estéticos se han impuesto en la sociedad occidental. Las redes sociales y los medios de comunicación insisten en la importancia de la belleza y la equiparan al éxito. El problema viene cuando estos cánones tiranizan, hasta el punto de que el “parecer” es más importante que el “ser”.
Todas las personas tenemos defectos o imperfecciones, pero éstos se convierten en complejos, cuando generan malestar. El problema no es el complejo en sí sino qué es lo que la persona hace para manejarlo.
¿Cuándo se convierte en una patología?
No hay nada malo en pretender mejorar físicamente. El problema empieza cuando se convierte en una obsesión, que impide a la persona aceptarse a sí misma, generándose graves problemas de seguridad personal. Por otro lado, esta obsesión puede llevar a toda una serie de acciones extremas y operaciones estéticas que conducen a la paradoja: “cuanto más bello intento estar, más feo me encuentro”, por lo que estas intervenciones tienden a multiplicarse, entrando en un bucle sin fin y llegando finalmente a constatar que “cuanto más se pretende mejorar, más se empeora”. Michael Jackson es uno de los casos más emblemáticos de esta problemática.
¿Qué es?
El trastorno dismórfico corporal (TDC), anteriormente llamado dismorfofobia, se caracteriza por una preocupación excesiva por uno o más defectos físicos, reales o imaginados. Las áreas afectadas más comunes suelen ser los rasgos faciales y sexuales (pechos o genitales). La percepción que se tiene de esa parte es extrema, monstruosa.
Esta preocupación lleva a:
- Comportamientos repetitivos (como mirarse al espejo para chequear el complejo) o evitativos (evadir fóbicamente los espejos o que les tomen fotografías).
- Hacer grandes esfuerzos por ocultar el defecto (pelucas, cremas, etc.).
- Buscar información constante del problema y su supuesto tratamiento.
- Pensamiento redundante respecto al problema.
- Compararse con otros constantemente.
- Sentimientos de vergüenza o culpa.
- Tendencia al aislamiento: Creen que no les van a aceptar por su defecto o que se pueden burlar de ellos.
La percepción distorsionada del cuerpo puede generar problemas laborales, familiares o sociales, además conductas de riesgo como operaciones de cirugía estética radicales y reiteradas. Pueden acabar desencadenando otras patologías mentales como trastornos alimentarios, trastorno obsesivo compulsivo, fobia social, trastornos de ansiedad o depresión.
¿Quién?
El diagnóstico de TDC afecta entre un 1-2% de la población mundial y se da por igual en hombres y en mujeres. Suele iniciarse en la adolescencia, aunque empieza a tratarse muchos años después, por la vergüenza que siente la persona de revelar su problema.
Se estima que hasta un 15% de estos pacientes se someten a cirugía estética y el 90% de ellos no cambian o empeoran después del procedimiento.
¿Por qué?
Entre las causas que pueden originar este trastorno encontramos:
- Baja autoestima y necesidad de aprobación.
- Perfeccionismo.
- Miedo al rechazo.
- Bullying u otros tipos de maltrato.
- Exigencia familiar.
- Presiones sociales.
¿Qué hacer?
- Enfoca el problema desde un ángulo diferente: cada intento que haces para solucionar el problema (operaciones, tratamientos estéticos, intentar ocultarlo…) no sólo no eliminan el problema, sino que lo agravan. Deja de insistir en lo que no funciona.
- Reconduce tu atención: cambia tu preocupación por el exterior por una preocupación por tu interior. Localiza tus dificultades y emprende acciones concretas para resolverlas. Las soluciones a tu problema no están afuera (retoques, tratamientos, etc.), sino adentro. ¿Qué conflictos internos hay asociados a tus supuestos defectos?
- Recuerda que el tuyo no es un problema físico, es un problema de percepción de tu físico. Y tu percepción se puede cambiar con trabajo personal. Quizá no tienes mucho margen de maniobra para cambiar lo externo, pero sí para cambiar la forma de percibirte y de aceptarte.
- No polarices. Las personas con TDC tienden a pensar que si se corrigiera su defecto todos sus problemas se resolverían. Sería como pasar del infierno al paraíso instantáneamente. Este pensamiento dicotómico (“blanco-negro”) es poco realista, ya que el estado emocional no se debe a un sólo motivo. Amplía miras.
- Plantea la posibilidad de ver tu “defecto” como una seña de identidad personal, una marca de ti mismo.
- Consulta con un psicólogo si el problema te sobrepasa. Consideramos que ha llegado el momento cuando se piensa en la operación estética no como una forma de verse mejor, sino como una forma de sentirse seguro o aceptarse a uno mismo.
- También es importante la prevención desde la familia y la escuela (aceptación de la diversidad física desde el respeto y no desde la crítica o la comparación), así como desde los profesionales de la belleza, diagnosticando a tiempo.