Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) un 25 por ciento de la población mundial desarrolla en algún momento de la vida, una o varias enfermedades mentales con resultado de incapacidad. Sin embargo, los trastornos mentales siguen siendo un tema difícil de abordar a nivel social. Esto hace que en ocasiones, los familiares de los afectados oculten dudas o sentimientos relacionadas con las patologías de sus allegados. Una de las preguntas más frecuentes es: ¿se pueden heredar los trastornos mentales? ¿voy a desarrollar yo lo mismo que mi padre/hermano/tío…?
Es cierto que la epidemiología habla, y tener un familiar con trastorno mental es uno de los predisponentes para padecerlo, pero… ¿está mi destino escrito?
La respuesta es no.
¿Qué factores condicionan la salud mental?
Así como en muchas enfermedades físicas, conocemos el rol determinante que tienen los genes para desarrollarlas o no, en las enfermedades mentales no ocurre lo mismo. En las patologías psiquiátricas como la depresión, la esquizofrenia o el trastorno bipolar, lo que se hereda no es la patología en sí, sino la predisposición a tenerla. Dicho en otras palabras, una carga genética elevada genera más susceptibilidad a padecer un trastorno psiquiátrico, pero no es una causa directa para llegar a desarrollarlo.
Por ejemplo, la probabilidad de que una persona tenga esquizofrenia es 1%. Si uno de los padres la padece, la probabilidad asciende a un 13%, y si la tienen los dos padres, 36%. Si embargo, por muchas probabilidades que haya, puede ser que la persona nunca desarrolle la enfermedad. Así pues, ¿qué otros factores influyen, a parte de los genes?
Las patologías psiquiátricas son multifactoriales, es decir, tienen múltiples causas. Estas causas son básicamente son de tres tipos, “bio-psico-sociales”:
- Factores biológicos: Entre las causas biológicas que pueden generar trastornos mentales encontramos:
- Genética.
- Infecciones.
- Defectos cerebrales o lesiones.
- Daño prenatal.
- Otros: p.ej. malnutrición o exposición a ciertas toxinas (p.ej. plomo).
- Factores psicológicos:
- Trauma grave debido a abuso psicológico, físico o sexual.
- Negligencia en el cuidado y necesidades básicas.
- Aislamiento social o falta de habilidades sociales.
- Falta de regulación emocional.
- Baja autoestima.
- Pobres estrategias de afrontamiento.
- Exceso de responsabilidad a edades tempranas.
- Modelos educativos excesivamente rígidos o sobreprotectores.
- Factores ambientales:
- Estrés.
- Abuso de sustancias (propio o de los padres).
- Pérdidas importantes (debidas a cambio de empleo, escuela, etc.).
- Duelo.
- Divorcio o separación de miembros importantes de la familia.
- Relaciones familiares disfuncionales.
- Dificultades socio-económicas.
- Acoso escolar.
- Desastres naturales.
- Criarse en un entorno urbano aumenta las probabilidades de enfermedad mental respecto al entorno rural.
Cabe señalar que a veces es difícil delimitar hasta qué punto los factores determinantes tienen un origen biológico o son algo aprendido. Por ejemplo, el adolescente que inicia una esquizofrenia teniendo un padre esquizofrénico, ¿es debido a la genética transmitida por el progenitor o porque se ha criado en un entorno sometido a pautas educativas e interacciones familiares con interferencia de la psicopatología?
Factores protectores
De la misma manera que hay factores que aumentan la probabilidad de activar enfermedades mentales, también hay factores protectores que reducen el riesgo de padecerlas. Así pues, tampoco no son determinantes, por lo que se pueden tener todos y acabar desarrollando psicopatología. Algunos de estos factores protectores serían:
- Criarse desde el apego seguro.
- Afectividad y cercanía en el entorno.
- Ser escuchado y respetado en la propia idiosincrasia.
- Círculo social y familiar, personas a las que poder recurrir.
- Tener hábitos de vida saludables y regulares: ejercicio físico, cuidar la nutrición, evitar drogas, etc.
- Manejo emocional efectivo.
- Libertad para expresarse o tomar decisiones relevantes para la propia vida.
La importancia de la detección precoz
El 75 % de los trastornos mentales tienen inicio antes de los 24 años (más concretamente el 50% en la pubertad, antes de los 14 años) por lo que es fundamental detectar y tratar desde el principio cualquier problemática que pueda surgir, de forma que no llegue a la adultez o llegue lo más atenuada posible.
Para poder detectar a tiempo patologías, algunos criterios a tener en cuenta serían:
- En adolescentes y adultos, la primera señal de que algo va mal suele ser el insomnio. En niños, la desatención.
- Cambios bruscos en los hábitos o en la forma de comportarse.
- Aislamiento y rechazo social.
- Sintomatología física sin explicación orgánica.
Es fundamental consultar con un profesional de la salud mental y no silenciar posibles señales de alarma. El tiempo remará a nuestro favor.