Un 1% de los niños y niñas que nacen cada año desarrollará un Trastorno del Espectro Autista (TEA). Se estima que en España hay actualmente más de 470.000 personas diagnosticadas, cifra que asciende a un millón y medio de personas si contamos también a los familiares en los que impacta el trastorno. Los efectos del diagnóstico también hablan por sí solos: un 46.3% de los niños diagnosticados sufren de acoso escolar, y en adultos entre el 70 y el 90% está en situación de desempleo.
Las manifestaciones clínicas del TEA varían mucho entre una persona y otra, así como su funcionamiento intelectual y sus habilidades lingüísticas. No obstante, existen dos áreas en común:
- Dificultades el la comunicación e interacción social, tanto verbal como no verbal.
- Problemas de flexibilidad de pensamiento y de comportamiento. P.ej. gran estrés y desregulación emocional ante imprevistos, conductas repetitivas o hiper/hiporreactividad sensorial.
El TEA es un diagnóstico que se hace tarde, aproximadamente sobre los 3-4 años, a pesar de que la edad media de la sospecha del trastorno es sobre los 22 meses de edad. La detección temprana es fundamental para el desarrollo funcional de los niños, aunque es particularmente difícil de realizar por diferentes motivos:
- No hay marcadores biológicos que lo discriminen.
- Hay una amplia variedad de alteraciones en diferentes dimensiones, no sigue unos criterios únicos.
- La presencia (o no) de otras alteraciones simultáneamente (discapacidad cognitiva, hiperactividad, trastornos de conducta…) que pueden confundir el diagnóstico.
Entre las ventajas de la realizar un diagnóstico lo antes posible encontramos que:
- Reduce la incertidumbre de los padres.
- Permite encontrar opciones de educación, recursos, apoyos y servicios.
- Permite la orientación genética a las familias.
- Posibilita el soporte ambiental adecuado según las necesidades del caso.
- Facilita crear redes de apoyo con otras familias.
Indicios o señales de posible TEA antes de los 6 a los 12 meses de edad:
- Retraso en el seguimiento de la cara.
- Retraso en el seguimiento de la mirada cuando alguien señala con el dedo.
- Reducción de la sonrisa social.
- Disminución de los gestos comunicativos.
- Menor mirada y vocalización hacia otras personas.
- Estereotipias (movimientos repetitivos).
- Menor movimiento durante la interacción social.
- Menor sincronía en la interacción con los demás.
Indicios o señales de los 12 a los 18 meses de edad:
- No señala con el dedo cuando algo le interesa.
- No trae objetos para enseñarlos a otras personas.
- Uso atípico de objetos: rotar, girar o exploración inusual.
- No responde cuando se le llama por su nombre.
- No imita o repite gestos o acciones del adulto.
- No muestra interés por otros niños o niñas.
Detección del TEA a partir de los 18 meses:
- No comparte intereses.
- Retraso en el lenguaje comprensivo y/o expresivo.
- Falta de juego funcional con juguetes o juegos repetitivos con objetos (alinear, abrir y cerrar..).
- Ausencia de juego simbólico o de ficción.
- Desinterés por otros niños.
- Pocas expresiones para compartir afecto positivo.
El diagnóstico precoz se basa en la observación tanto de la familia como de los profesionales sanitarios. Tomar cartas en el asunto cuanto antes puede optimizar el curso evolutivo de cada niño.