Por mucho que lo representemos en el corazón, el amor es un proceso cerebral. Hormonas, feromonas y neurotransmisores, inundan nuestra neurobiología y nos transforman químicamente. Esto genera una explosión de bienestar similar al que producen drogas, de hecho, se activan los mismos circuitos de autorrecompensa. ¿Cómo podemos manejar este estado para generar relaciones saludables y no relaciones de dependencia?
Las fases del amor
Según el psicoterapeuta Jed Diamond, el amor es un proceso en el que transitamos las siguientes fases:
- Enamoramiento: En esta primera fase impera la atracción y el deseo. Se idealiza a la persona amada, maximizándose las cualidades positivas y minimizando las negativas. Como hay muchas cosas que aún se desconocen de la otra persona, se tienden a llenar esos vacíos con lo que nos gustaría que fuera idealmente. Es la fase de exploración emocional y física.
- Compromiso: La falta de novedad, reduce paulatinamente la pasión y la euforia inicial y da paso a una nueva fase de satisfacción más serena. Empieza el conocimiento recíproco y aumenta la estabilidad emocional. Se define lo que cada uno espera de la pareja y aumenta la conexión emocional, puesto que los integrantes pueden relacionarse de manera más natural. Desaparece la urgencia de estar juntos todo el tiempo y se da paso a una fase más autónoma (puede estar cada uno a sus cosas y después estar juntos). Esto conlleva que se creen compromisos más a largo plazo.
- Desilusión: La rutina y los conflictos van dando lugar a esta nueva etapa, que puede aparecer de manera súbita o progresivamente. Esta fase se caracteriza por la percepción de las diferencias y la aparición de las discusiones. Los miembros de la pareja pueden sentirse estancados o atrapados y se cuestionan el futuro de la relación, lo que puede conducir a la ruptura. Para superar esta es fundamental afianzar la comunicación y la confianza, aceptar que se ama desde la elección y no desde la necesidad, trabajar el autocuidado y también el cuidado del otro.
- Amor real: Una vez se aceptan y concilian las diferencias, se crea un cambio de perspectiva, acercando posiciones. Se prioriza el cariño que se siente por el otro por encima de cuestiones de ego, y se profundiza en el conocimiento, el cuidado y el apoyo mutuo. Se forja la estabilidad y seguridad dentro de la pareja. En esta fase es fundamental fomentar la creatividad, para evadir la monotonía y el aburrimiento, dando prioridad al vínculo.
- Transformación: La pareja ha evolucionado y se centra en encontrar su proyecto común. Se establece una conexión profunda y la comprensión mutua es lo más importante. Se definen propósitos y se centran en cooperar como equipo para conseguirlos.
Estas etapas no son inflexibles, si no hay una vinculación común, puede volverse a etapas previas.
Los protagonistas de la química
A nivel bioquímico, el enamoramiento comienza en la corteza cerebral. Posteriormente pasa al sistema endocrino y después se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos. Veamos cuáles son las hormonas y neurotransmisores responsables de estos cambios:
- Noradrenalina (o norepinefrina): Produce excitación y efusividad. Es lo que nos hace sentir que perdemos la cabeza cuando nos enamoramos. Aumenta la tasa cardíaca, sube la presión arterial, sudoración de manos, rubor… Desactiva el apetito y nos impide dormir.
- Dopamina: Cuando se libera, genera una explosión de placer, ya que está directamente relacionada con el sistema de recompensa, por eso es el neurotransmisor que también aparece en los juegos de azar o drogas. Genera la “necesidad” de estar con el otro. Cuando baja su nivel, aparece el síndrome de abstinencia (o enganche y obsesión por el otro en el caso del enamoramiento).
- Feniletilamina: Es el neurotransmisor que lo vuelve todo más intenso y nos hace sentir más motivados y optimistas. Pertenece a la familia de la anfetamina.
- Serotonina: Es el neurotransmisor de la felicidad. Actúa sobre las emociones y el estado de ánimo. Genera bienestar, optimismo, cercanía social, y reduce el malestar y la ira. Niveles bajos de serotonina se relacionan al desamor (tristeza y obsesión). De la misma manera, experiencias y pensamientos positivos recurrentes, aumentan los niveles de serotonina y hablar de cosas preocupantes, acontecimientos adversos o enfados frecuentes, reducen los niveles de serotonina.
- Oxitocina: Es la responsable de forjar lazos emocionales. Se la conoce como la hormona del amor o la hormona de los abrazos, puesto que se ocupa de generar confianza. Niveles bajos de oxitocina están relacionados con los celos.
Amor sano, amor tóxico
De la misma manera que las drogas generan toxicidad en el organismo, el amor también puede generarla, y de hecho el funcionamiento cerebral del enganche es idéntico en ambas. Cuando estamos en una relación tóxica, se reducen los niveles de los neurotransmisores que habían generado placer previamente y aparece el síndrome de abstinencia.
Algunos indicadores de que estamos en una relación toxico-dependiente son:
- La ausencia de la pareja genera angustia e inestabilidad.
- Tristeza y nostalgia al pensar en el pasado.
- Pensar en el fin de la relación activa el pánico.
- Sentimientos de culpa.
- Pensamientos obsesivos respecto a la pareja.
- Incapacidad para disfrutar del presente.
Para construir un vínculo sano, deberíamos:
- Aprender a cuidarnos a nosotros mismos y a nuestra pareja.
- Crear límites sanos.
- Aceptar al otro como es, no como nos gustaría que fuera, ni intentar cambiarlo.
- Trabajar la empatía y la comunicación.
- Dedicar tiempo de calidad y compartir proyectos en común.